Una de las mejores formas de conocer las dos grabndes ciudades rusasa –Moscú y San Petersburgo– y también una parte de la Rusia profunda que habitualmente no se visita, es a bordo de un crucero, uno de los mayores cruceros fluviales de Europa. A través de los ríos Volga, Svir y Neva, sus canales, y de los grandiosos lagos Onega y Ladoga, se pueden observar las tímidas sonrisas de un pueblo digno y sufrido, junto a bellos parajes que conforman el rostro de este país, aún hoy día enigmático; ciudades medievales que atesoran la riqueza de la cultura rusa ortodoxa; una naturaleza verde y exuberante que produce admiración y asombro; espectaculares ocasos que tiñen de intensos colores la melancolía en el horizonte de sus tierras.
Tres grandes compañías ofrecen propuestas para este crucero que pueden verse en la wes especializada www.micrucerofluvial.com: Politours, Crucemundo y CroisiEurope. En el caso de Politours las travesías de entre 10 y 12 días según el itinerario y la fecha elegida, se realizan a bordo del MS Konstantin Fedin, totalmente reformado en 2017/18. La capacidad de pasajeros ha sido reducida de 250 a 212, dotando a esta embarcación de un nuevo estándar de navegación rusa. Si bien el aspecto exterior sigue siendo el mismo, el interior ha sido completamente reformado, bares, restaurante, sala de conferencias, tienda, lavandería y sala médica. Dispone de 116 cabinas distribuidas en cuatro cubiertas,todas ellas completamente reformadas, modernas y cómodas, todas exteriores con amplias ventanas panorámicas, excepto cabinas dbl/tpl cubierta inferior (ojo de buey). Todas las cabinas están equipadas con aire acondicionado, TV de pantalla plana, baño privado con ducha y WC, secador de pelo y caja fuerte.
Por su parte Crucemar lo hace en el barco Rostropovich con un total de 90 camarotes, a bordo del barco existen dos bares (uno de ellos con terraza), dos restaurantes, coffee station, sala de conferencias/cine, ascensor, terraza con tumbonas, gimnasio, salón de juegos, tienda de souvenir, cuarto de plancha y wifi en zonas públicas, climatización en todo el barco y los camarotes. CroisiEurope, utiliza también el Rostropovich y una de sus características es que cuida especialmente la gastronomía y los vinos. Cada comida será una agradable experiencia de la alta cocina francesa. Sus chefs han trabajado junto a estrellas Michelin como Paul Bocuse y Marc Haeberlin. El jefe de cocina de CroisiEurope, Alain Bohn, ha sido recientemente nominado como miembro de los Maestros Cocineros de Francia. Esta preciada asociación francesa, creada hace 50 años, incluye solamente a 250 chefs de todo el mundo. Además del servicio a bordo y las excursiones se ofercen conciertos de música clásica y romances rusos, conferencias, cursos de ruso, cursos de danza y cocina rusa, préstamo de libros y juegos de mesa, pintura en Matrioshka...
Las travesías parten de Moscú y acaban en San Petersburgo o viceversa. Los viajeros que se animen a realizar este singular crucero llegan a Moscú (o San Petersburgo) en vuelo directo desde España y se alojan en el barco, aunque durante los primeros días no se moverá del muelle para permitirles disfrutar de todos los encantos de la capital rusa. A lo largo de tres días se puede conocer a fondo el centro histórico moscovita o “Kitaï Gorod”, con grandes avenidas flanqueadas por majestuosos edificios de diferentes estilos rquitectónicos; la impresionante Plaza Roja, donde se encuentra la Catedral de San Basilio, el Mausoleo de Lenin, los famosos Almacenes Gum, la Universidad Lomonossov (un impresionante rascacielos en el antiguo Monte Lenin, exponente del llamado “gótico estalinista”) y muchos otros monumentos. También se dedicará tiempo a recorrer el Kremlin, recinto amurallado origen de la ciudad, a cuyo alrededor fue creciendo. Aquí se encuentra el Consejo de Ministros, el enorme Cañón Zar (que nunca fue disparado), la monumental Campana Zarina, así como las Catedrales de la Asunción, la Anunciación y San Miguel Arcángel. Otra visita imprescindible es la Galería Nacional Tretiakov, magnífica pinacoteca especializada en obras rusas de artes plásticas, desde antiguos iconos del siglo XI hasta creaciones de los artistas y escultores más modernos.
Una sucesión de maravillas
El cuarto día de viaje comienza la navegación. Paisajes, pueblos, monumentos, iglesias y naturaleza en estado puro desfilan ante los ojos de los pasajeros en el reposado discurrir del viaje. Siempre con la facilidad de disfrutar de todo ello cómodamente instalado en el barco. Y con la alternativa de saborear una copa y leer un buen libro cuando las vistas sean menos atractivas.
En los días sucesivos, hay la oportunidad de visitar Uglich, una de las ciudades rusas más antiguas, fundada en el siglo X. Se visitará a pie la fortaleza y la Iglesia de San Dimitri Ensangrentado (del siglo XVI), construida para conmemorar el asesinato en Uglich en 1591 del Zarevich Dimitri, hijo de Iván “el Terrible”. También Goritsy y su Monasterio de San Cirilo del Lago Blanco (Kirilov Belozerski). Edificado en el siglo XIV, se trata de uno de los centros de peregrinación más importantes de la religión ortodoxa en Rusia. Desde el pequeño embarcadero de Goritsy se viaja en bus local hasta las imponentes murallas del monasterio, en medio de un paisaje de singular belleza, entre bosques de abetos, lagos y prados.
En el séptimo día de viaje se llega a Kizhi, isla situada en el extremo del lago Onega, el segundo más grande de Europa. Su nombre significa “Isla de los Juegos”, y toda ella constituye un museo al aire libre de arquitectura de madera, con ejemplos de las diferentes regiones rusas. Está declarada Patrimonio de la Humanidad. En el centro se encuentra la Catedral de la Transfiguración, con 22 cúpulas construidas en madera y sin haber utilizado ni un solo clavo. Vistas de lejos parecen estar recubiertas de plata, pero en realidad se trata de piezas de corteza de abedul, que son renovadas cada cierto número de años. Parece sacada de un cuento de hadas, y por eso se trata de uno de los monumentos más fotografiados de toda Rusia. Antes de llegar a San Petersburgo se hace un alto en Mandroga, una aldea artesana con construcciones de madera y donde tienen lugar representaciones folclóricas.
El final del camino (o el inicio según la opción elegida) es San Petersburgo, la antigua capital rusa durante casi mil años. Es la segunda ciudad más importante de Rusia después de Moscú, y sin duda la más bella de todas. No es de extrañar, por tanto, que sea conocida como la “Venecia del Norte”. Fue fundada por Pedro I “el Grande” en 1073, permaneciendo como capital del Imperio Ruso hasta 1918, año en que Lenin devolvió la capitalidad a Moscú. En
1914 se le dio el nombre de Petrogrado, el cual conservó hasta 1924, cuando con motivo de la muerte de Lenin tomó el nombre de Leningrado. Tras el triunfo de la Perestroika, ha vuelto a recuperar su nombre original de San Petersburgo.
Durante tres días habrá tiempo de visitar la Fortaleza de Pedro y Pablo, en cuyos sótanos se confinaba a los disidentes del Imperio Zarista y realizar un recorrido por sus principales avenidas para contemplar sus monumentos y ver cómo se desarrolla la vida en esta cosmopolita ciudad, construida sobre cuatro islas y atravesada por el río Neva y sus múltiples canales, salvados por más de 400 puentes. Una escala de honor merece el Museo del Hermitage, emplazado en lo que fue Palacio de Invierno de los Zares, en la actualidad está considerado como una de las tres primeras pinacotecas del mundo, junto con el Museo Louvre en París y el Museo del Prado en Madrid. Sus casi 5.000 salas dan una idea aproximada de su extensión, y albergan importantísimas colecciones de pintura de todas las escuelas conocidas a través de los siglos, además de esculturas y antigüedades.
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Tres compañías ofrecen este espectacular crucero con Moscú y San Petersburgo como protagonistas
Enrique Sancho
25 de abril de 2018, 22:06