jueves. 19.09.2024

Sus semejanzas morfológicas mantuvieron durante años el debate científico que lo incluyó en el género en el que están englobados los mapaches, más tarde en el de los osos o en el de los Pandas Gigantes. Para ser más exactos, el Panda Rojo pertenece al género Ailurus. De hecho, es la única especie dentro de este género.

Conocer a estos hermosos animales, desde el punto de vista biológico, social y ecológico es imprescindible para trabajar en su conservación. Porque, ni la simpatía ni la belleza protegen de la amenaza de extinción a ninguna especie. En Loro Parque, una pareja de estos pequeños animales, habita en una reproducción de su ecosistema: un espacio arbolado y verde en el que han encontrado un espacio seguro en el que vivir.

De pelaje espeso y suave, con una poblada cola anillada y pulgares oponibles, el Panda Rojo ronda los 60 cm y pesa entre 3 y 6 kilos. Uno de sus rasgos más característicos es el antifaz que luce en su cara y que varía de un ejemplar a otro. Sus rasgos parecen diseñados para mover a la ternura humana, con ojos redondos y un hocico húmedo como el de los perros. Sin embargo, son adaptaciones biológicas adaptadas a las características de su bioma.

Expertos trepadores

Uno de los retos que pueden encontrar los visitantes que desean conocer al Panda Rojo es tener la paciencia suficiente para poder contemplar a estos habitantes de los árboles. Pero el desafío vale la pena. En Loro Parque, la pareja alterna su tiempo entre su alimentación en el suelo, a donde también descienden a defecar, y su tiempo de aseo o descanso en el que permanecen entre las ramas, acostados relajadamente o lamiendo su pelaje a la manera de un gato, para mantenerlo limpio y brillante.

Una pista: busca su cola roja colgando desde las ramas del bambú. Y olvídate de la prisa. La naturaleza tiene sus tiempos.

El panda rojo: la extinción amenaza a uno de los animales más tiernos del planeta