Hijas de Tom, Tomasa y Ronaldiña
Las cuatro tortugas recién nacidas son hijas de Tom, una tortuga macho que reside en el parque desde hace cincuenta años y que pertenece a una especie poco común dentro del complejo grupo de las tortugas gigantes de las Galápagos. Las madres son Tomasa y Ronaldiña, dos hembras que llegaron a Loro Parque desde el Zoológico de Zúrich, el único en Europa que había conseguido anteriormente reproducir esta especie. La llegada de las dos hembras tenía como objetivo poner en marcha el proyecto de reproducción en Loro Parque: un proyecto que ha resultado todo un acierto con estos nacimientos.
El éxito del programa demuestra las condiciones de bienestar que hay en el zoológico de Puerto de la Cruz y que han logrado que las tortugas se reproduzcan y sus huevos eclosionen, de manera natural. Este resultado es más importante, si cabe, por las inusuales dificultades reproductivas que las Tortugas Gigantes de Galápagos tienen. Su lento metabolismo hace que tarden hasta 25 años en alcanzar la madurez. De hecho, Tom, con más de 50 años es ahora, padre por primera vez.
Pero, además, los huevos, que son enterrados por las hembras bajo la arena, deberán encontrar las condiciones de humedad y temperatura idóneas para salir adelante en los casi cuatro meses que necesitan para eclosionar. Después de eso, las tortuguitas excavan su propio camino hacia la superficie donde comienza su aventura de la supervivencia.
Una de las incógnitas más relevantes que se plantean ahora es conocer a qué género pertenecen cada una de las crías ya que, externamente, no hay diferencias de aspecto por su género. Este dato es de suma importancia ya que el 99% de las tortugas nacen hembras. Esto hace que su reproducción sea más difícil y determina que el nacimiento de machos sea esperado de manera muy especial. El sexo de las tortugas depende de las condiciones de temperatura en que se desarrollen los huevos: los nidos más cálidos suelen producir mayor número de hembras.
Este nacimiento es todo un hito para la Embajada Animal, porque supone un nuevo logro en la preservación de especies por la que Loro Parque trabaja de manera intensiva. Conocer mejor su biología y sus hábitos bajo estrecha observación de expertos es fundamental para afrontar los peligros a los que se enfrentan estas tortugas en su hábitat lo que, unido a los programas de reproducción se convierte en una esperanza real de supervivencia de estos fabulosos animales que pueden vivir más de 100 años.