En este largo camino atraviesa una extensa meseta que experimenta una estación lluviosa (de Noviembre a Abril) y una estación seca (el resto de los meses). Esta es una de las peores tragedias que amenazan a las cataratas: la sequía.
Las Cataratas Victoria, que se sitúan en la frontera entre Zimbawe (en el distrito de Hwange) y Zambia (en el distrito de Livingston), están consideradas como una de las maravillas del mundo.
Llegamos, procedentes de Londres, a Harare -capital de Zimbawe – y desde allí, en el mismo aeropuerto, tomamos otro avión hasta las Cataratas Victoria, muy cerca de la frontera con Zambia. Nos alojamos en el Hotel Victoria Falls, próximo a las cataratas, en plena selva. Aunque el hotel era muy bueno y ofrecía todo tipo de seguridad, se acercaban a la piscina y a los jardines babuinos, otras especies de monos, antílopes y otros animales. Esa misma noche tuvimos el placer de degustar para la cena (había una habitación al lado del comedor con chaquetas de diferentes tamaños y corbatas por si alguno de los huéspedes no traía), entre otras cosas, un plato de exquisita cola de cocodrilo.
Existe un Parque Nacional en el noroeste de Zimbawe, en el área de las famosas cataratas, de 23 kms. cuadrados. Del otro lado también se creó el Parque Nacional de Mosi-Oa-Tunya (Zambia).
A la mañana siguiente nos acercamos al río Zambeze y pudimos contemplar una de las maravillas del universo declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco desde 1989. En algunos puntos, desde una altura de unos 100 metros salta en vertical el río, que ofrece el espectáculo maravilloso de una tupida cortina acuática irrumpiendo con estrepitoso estruendo en el paisaje. Las cataratas Victoria tienen un tamaño de casi el doble que las del Niágara y me parecieron tan hermosas como las de Iguazú.
En un claro de la selva próximo a las cataratas pudimos ver la magnífica estatua erigida para conmemorar la figura del explorador y misionero escocés David Livingstone que, en 1855, tras deambular por las zonas más intrincadas de África, descubrió las cataratas y las bautizó con el nombre de la reina Victoria, aunque los nativos las llamaban “el humo que truena”. Al creerle perdido se formó una expedición al mando de Henry M. Stanley, quien tras superar numerosos peligros le encontró, dando lugar a la famosa frase (que quizá nunca fue pronunciada): “Doctor Livingstone, supongo”.
El explorador escribe en su cuaderno de notas frases que describen su asombro y deleite:
“Todo el paisaje es de belleza indescriptible; grandes árboles de matices y formas variadas adornan los bordes del río y las islas de que está sembrado; cada uno tiene su fisonomía particular y algunos de ellos están sembrados de flores”.
Con esta y otras anotaciones va describiendo el aventurero las emociones que le surgen a la vista de semejante obra de la naturaleza.
Así pues, las visitamos y recorrimos asombrados cada rincón, admirando la exótica belleza de un hermoso río que se desploma en supremo éxtasis con estallidos coloristas y tupidas cortinas que se abren como abanicos desparramándose hacia el vacío, como la llamada catarata del arco iris, subdividida en varios saltos que causan peculiares nubes de vapor de agua
En el extenso parque como parte integrante de la fecunda selva se da una inmensa variedad de vegetación autóctona como una especie particular de palmera, el palo de leche rojo, la caoba de Natal etc. y entre la fauna mencionaremos los hipopótamos, cocodrilos, rinocerontes negros, leopardos, guepardos y toda la extensa variedad africana
Este bellísimo capricho de la naturaleza tiene la dificultad de estar enclavado en el continente maldito, pues África se va secando. En esta zona, cuando el caudal del río Zambeze se reduce, la sequía afecta de tal modo a las cataratas que más de una vez “el humo que truena” se queda en silencio acarreando graves consecuencias de todo tipo: afecta al turismo, que es una gran fuente de ingreso para los países colindantes, afecta al suministro eléctrico, afecta a las cosechas y a un sinfín de daños colaterales con lo que las maltrechas economías se resienten.
Conscientes de la amenaza creciente del cambio climático los países afectados, así como la ONU y otros Organismos Internacionales se aprestan a buscar soluciones para moderar el nefasto impacto y poder paliar las calamidades extremas que se prevén teniendo en cuenta la posibilidad de que África pueda duplicar su población para el próximo siglo
Cuando íbamos a tomar el avión a Johanesburgo nos encontramos en el aeropuerto con el avión del Presidente de USA “Air Force Number One”, donde viajaba la entonces Secretaria de Estado Madelain Albright.