Acompáñeme hacia el norte del mar Adriático. En la costa oeste de la península de Istria, junto a las fronteras de Italiana y Eslovenia y a dos horas en barco de otra de mis ciudades preferidas: Venecia.
Rovinj se ha impregnado hasta el tuétano de diferentes civilizaciones y culturas a través de los siglos, ya que está en un enclave estratégico. Los primeros en asentarse fueron los Ilirios en la edad del metal, posteriormente la conquistaron los romanos, bizantinos, venecianos, austriacos, franceses, italianos, yugoslavos y hoy es Croacia. ¡Cuánta historia confluye en este bello trozo de vida! Su fundación data entre los siglos III y V.
Es una ciudad turística, con 30.000 plazas alojativas; provista de todo tipo de ofertas para el disfrute de unos buenos días de asueto; situada en un punto histórico, monumental y pintoresco, con callejuelas adoquinadas, de sabor a sal, donde todavía se habla el rovignese que es una lengua romance. Fíjese, está en una península en forma de corazón, esto lo dice todo. Rodeada de colinas boscosas y donde he disfrutado de uno de los mejores hoteles vacacionales de Europa que llega hasta el mar, el “Monte Mulini”. Tiene un archipiélago de islas cercanas y frondosas que ofrecen un maravilloso escenario de playas de aguas cristalinas y tranquilas. Es el lugar ideal para alquilar una embarcación y gozar de la mar, el baño, las islas, las playas y la buena gastronomía croata.
Tengo el privilegio de ser guiado por el buen amigo, Giovanni Sponza que es su alcalde; apasionado por su conservación y promoción. Damos un paseo en barca, con remero cantor por su costa, luego desembarcamos para subir a pie a lo más alto de la urbe, donde se encuentra la barroca catedral de Santa Eufemia que data del siglo XVIII, y donde se custodian y veneran los restos de la Santa. Tuve el honor de que su milenario sarcófago fuese abierto para mí y así poder orar a la mártir. Es lugar de peregrinación. Santa Eufemia en la época de Dioclesiano, fue tomada prisionera, torturada, y finalmente arrojada a los leones. Cristianos devotos recogieron su cuerpo y lo llevaron a Constantinopla, donde se hizo edificar una iglesia en su honor. Permaneció allí hasta que llegaron los iconoclastas, en el 800 y una noche, el sarcófago desapareció. Llego flotando el 13 de julio de 800 a la costa de Rovinj. Su aparición se consideró milagrosa.
Merece la pena dejarse llevar por el encanto de sus callejuelas en el casco antiguo, con altas y estrechas casas donde puede observar las huellas del Barroco, del Neoclasicismo, del Renacimiento y de la Edad Media, siendo en estos dos últimos periodos en los que se desarrollaron las fortificaciones de la ciudad, con la construcción de las murallas, conservadas parcialmente. De las siete puertas de entrada, tres guardan su aspecto original: San Benedicto, la Puerta del Muro y la Puerta de la Santa Cruz mientras que las demás cambiaron su aspecto con el paso del tiempo. Tras rebasar la Puerta de la Antigua Pescadería encontrará el Ayuntamiento, construido en el siglo XIV. Luego disfrute de una cena marinera en alguna de sus tabernas típicas; y si es amenizada con el folclore del lugar, disfrutará de lo lindo.
Recréese de unas vacaciones de ensueño. Curiosee sus palacios venecianos, visite su museo etnográfico, disfrute de su acuario y recorra el parque forestal de Punta Corrente. Es lugar ideal para la práctica de actividades al aire libre, viviendo sus playas y naturaleza; combinándolo con el deleite de su historia que harán que se enamore de esta ciudad emblemática.