En sus albores, fue un proceder para vender un destino seguro, componente fundamental en la toma de decisión del viaje por parte del turista, seguridad que se vislumbraba deficiente en el exterior de los complejos.
El término “All-Inclusive” se compone de dos palabras anglosajonas: “all” que significa “todo” e “inclusive” que significa “incluido”. Define así un sistema “todo incluido”, consistente en proporcionar al viajero que contrata unas vacaciones, “todos” los servicios necesarios para que disfrute de su estancia en un resort.
En la actualidad los ciudadanos que viajan buscan divertirse, distraerse, tener distintas y variadas actividades. Las vacaciones cada vez son menos sinónimo de hotel y más de esparcimiento. Hasta los años 90 se seguía un patrón tradicional donde se tenía que buscar la forma de entretenerse; para ello, se pagaba de manera independiente la habitación, la alimentación, las bebidas y, por supuesto, el ocio.
Los mercados se diversificaron y en consecuencia los hoteleros se las tuvieron que ingeniar para crear otros estilos de ofertar sus servicios para atraer a más clientela. La evolución de los servicios turísticos, a finales de la década de los sesenta, propició un “boom turístico mundial” que se vio frenado a finales de los setenta y principios de los ochenta, por la crisis de los hidrocarburos que significó una considerable depreciación de los presupuestos familiares. El mejor proceder del hotelero para remontar la contrariedad económica era atraer más clientes y la solución era dar la opción de vacaciones por un precio cerrado que no implicara ningún otro gasto involuntario.
En el período de los años noventa, “Todo Incluido” fue una fórmula de venta y comercialización donde el potencial turista adquiría, por un pago establecido y acordado en un programa: el transporte, el traslado, el hotel con los servicios de alimentación y bebidas en diferentes restaurantes temáticos, diversiones, actividades deportivas, culturales y amplios extras.
Estas especificidades hacen que el “All Inclusive” se dirija a un amplio segmento del mercado: gente que le gusta estar dentro del “Resort” participando en diferentes actividades, que no quiere necesariamente invertir tiempo en planear a dónde ir, dónde comer y qué lugares visitar; y lo más significativo, turistas con un presupuesto ultimado, ya que desde un principio desea saber cuánto puede y va a gastar.
La receta simplifica la vida de los turistas, que pagan en su país por el paquete y todo lo que quieran consumir durante sus vacaciones; pero también la de las cadenas hoteleras y Tour Operadores, que cobran por adelantado y pueden calcular de forma ajustada lo que van a ingresar.
La oferta va aumentando cada temporada y por ser un servicio dirigido a un cliente muy específico: un turismo de “no hacer nada y hacer casi todo” que quiera evitar sorpresas monetarias desagradables durante sus vacaciones. El perfil del usuario es el de una pareja de clase media, en muchos casos recién casados o con niños, con presupuesto acotado para el viaje y que no quiere sobresaltos a la vuelta. (Segúnun estudio realizado por el Consulting Turiscom, 2005.)
Los hoteles españoles, por fuerza mayor, han importado y copiado en los últimos años la fórmula “All-Inclusive”, un sistema que cobra fuerza entre los clientes por ofrecer una buena combinación “calidad precio”, y entre los hoteleros, por su rentabilidad. En España esta teniendo bastante éxito y ya se ha instalado con una cierta importancia en Canarias, en Baleares y en las costas andaluzas.
Cada vez son más los que quieren tener un presupuesto cerrado para sus vacaciones y apuestan por contratar el paquete con este régimen. Conocer de antemano cuáles van a ser los gastos del viaje puede resultar muy positivo a la hora de tener controlado el desembolso de las vacaciones.
Según los datos desprendidos de los estudios, se considera que su futuro es tan halagüeño como controvertido. Ciertos sectores ponderan que resta atractivo a las zonas turísticas en las que está implantado. En nuestro destino, muchos “All Inclusive” se encuentran próximos a los centros urbanos y, por otro lado, gozamos de una importante oferta complementaria, tan amplia y variada que en ocasiones es una de las principales motivaciones para visitarnos. Aquí es donde viene la contradicción del sistema. Por ello, es conveniente una urgente regulación.