Sirmione se encuentra en una península que penetra en el Lago de Garda, rodeada por una muralla, bueno para ser más específicos, solo su casco antiguo, porque como en todos los pueblos del mundo que están rodeados por murallas , el crecimiento demográfico ha hecho que se extiendan fuera de ellas, una vez que han perdido su objetivo principal que era la defensa del mismo.
Me adentre en el pueblo atravesando un puente levadizo, porque un canal rodea el castillo y quedé impactada de nuevo. Me embargó la sensación de haber vuelto atrás en el tiempo y encontrarme en plena Edad Media.
A la izquierda de la puerta de entrada, después del puente levadizo, la Iglesia de Sant'Anna, pequeñita y coqueta, merece la pena una visita.
Y al salir de ella no puedes evitar la visita al increíble castillo que domina la plaza central. Construido por Mastino I della Scalla en el siglo XIII, poco a poco se fue ampliando hasta terminar en el XIV tal y como hoy podemos admirarlo. Pero en el año 1900 el castillo estaba hecho casi una ruina huno que remodelarlo. Sea porque, como hemos dicho, fueron numerosas sus ampliaciones, o por cualquier otra razón, lo cierto es que su interior es como un laberinto de pasadizos y de torres a las que se puede subir para tener una vista impresionante del lago. De nuevo me pierdo en la serie juego de tronos e imagino que esta es la misma torre desde la que Jaime Lannister, lanzó Bran Stark, para evitar que éste contara su incesto con su hermana Cersei.
El caos que creía me iba a encontrar al tener que atravesar los pasajes bajo las casas, por unas calles enrevesadas, a la par que los vehículos que acceden a los diferentes hoteles (pueden entrar al hotel pero no se puede aparcar en Sirmione más que el tiempo de bajar y subir viajeros), no es tal, porque todo el mundo acepta la “incomodidad” de forma muy cívica. Sirmione es un centro turístico muy importante y la gente es muy amable porque sabe de la importancia del turismo y por eso los trata muy bien. En algunos destinos españoles deberían aprender cómo el trato agradable fideliza al turismo.
El pueblo es simplemente precioso, muy cómodo y agradable de visitar. Mientras paseaba por sus calles fui entrando y saliendo de las pequeñas tiendas del lugar y, a pesar de que no hay nada especialmente característico o típico del lugar, hay muchas dedicadas a la cerámica, siendo el tomate y la oliva el principal motivo de sus pinturas y puedes encontrarte jarras, platos, bandejas etc. con las formas de dichos alimentos. El Limoncello , como en toda Italia, es otro de los regalos característicos y existen muchas pequeñas galerías de arte de pequeños pintores del lugar que son una delicia.
Dejamos el medievo y nos sumergimos en la época romana porque Sirmione tiene una villa romana llamada las “Cuevas de Catulo “que no puedes dejar de conocer. Se encuentra más allá del casco antiguo, atravesando una zona de parques donde los niños pueden descansar de tanta historia con juegos del siglo XX, y en el paseo podemos ver, o entrever a través de la frondosa vegetación de su parque, un precioso hotel, antigua mansión del Cónsul alemán.
El nombre de las "cuevas de Catulo” tiene su explicación, en primer lugar lo de “cuevas” viene porque hasta el siglo XIX, las ruinas de la antigua villa romana estaban cubiertas de vegetación y las columnatas formaban lo que parecían cuevas. Y el nombre de “Catulo” es en honor del poeta latino Cayo Valero Catulo que había vivido en Sirmione, pero mucho antes de que la misma existiera. Paseando por las “no cuevas” podemos visitar su museo arqueológico.
Otra de los atractivos de esta localidad son sus balnearios. El agua de Sirmione es muy rica en azufre lo que la convierte en un agua muy buena para la salud. Hay dos instalaciones termales, la de “Catullo”, ( de nuevo el poeta) en el casco antiguo, con piscinas termales, y la de “Virgilio”, situada fuera del casco entre Colombare y Lugana, para las curas médicas. Me acerque a conocer la de Catullo y me pareció uno de los balnearios más limpios, bien preparado y agradable de los que he conocido. Pero claro está, estar en una piscina termal con el Lago de Garda frente a ti es algo difícilmente superable.
La oferta hotelera es bastante amplia, porque no solo cuentan con preciosos hoteles dentro del casco sino que existen muchos otros, a ambos lados de la carretera, más grandes, modernos, preparados para congresos y demás acontecimientos internacionales. Los que se encuentran del casco antiguo son más chiquitos pero, desde mi punto de vista, más agradables y coquetos. Por eso yo me aloje,…¡cómo no!, en el HOTEL CATULLO, (¡y van trés¡). Dice su publicidad que fue fundado en 1888 y es considerado uno de los Hoteles Históricos de Italia pero, sin embargo, para mí no fue nada excepcional porque su decoración está bastante trasnochada y está lleno de gatos que pasean tranquilamente por el lobby del hotel o por sus jardines con total impunidad. Lo mejor es que cada hotel tiene pequeños embarcaderos anclados sobre el lago, donde puedes tomar el sol en las hamacas del hotel y darse, el que quiera, un chapuzón desde la plataforma. Yo no quería ser menos que mis vecinos de hamaca y me lance al agua que, para mi sorpresa, no estaba demasiado fría y fue un auténtico placer. Los patos pasan nadando a tu lado con toda tranquilidad, incluso un cisne se acercó a que le diéramos comida. Ya he comentado que la sensación de tranquilidad es absoluta y relajante ¡también para los animales!.
Cuando deje Sirmione para viajar hacia Milán, eché una mirada final a través del cristal del taxi e imaginé ver a mí “avatar medieval” despidiéndome desde las murallas del castillo, e invitándome a volver.