¡El sufrido pueblo chino que con tanta abnegación, basada en la ética de Confucio, ha soportado durante siglos las luces y las sombras de su apasionante historia…!
China es el coloso asiático que con una civilización de 4.000 años de antigüedad se despereza a las puertas del siglo XXI buscando el lugar que le corresponde en el concierto de las naciones. Situada en el este de Asia y al oeste del Océano pacífico, su territorio comprende una superficie de 9.600.000 kms2 en los que abundan riquezas naturales (montañas, ríos, planicies, mesetas, flora, fauna, petróleo, minerales, etc.). Tiene una apasionante historia que ha extendido sus brazos hacia oriente y occidente, contribuyendo al desarrollo cultural, científico y filosófico y derramando sus inventos, conocimientos e influencia en todo el mundo. Sin embargo, para los humanistas y estudiosos del ser humano el mayor tesoro de este inmenso país lo conforman sus gentes: 1.300.000 seres humanos con una enorme variedad étnica.
Control de natalidad
El país más poblado de la tierra amenazaba con una explosión demográfica que haría temblar el equilibrio de la población. Uno de cada cinco habitantes del planeta es chino. Aunque la distribución de habitantes está desequilibrada (en el litoral del este se alcanza la cifra de 360 personas por km2 mientras que en algunas regiones inhóspitas del oeste no se llega a 10 personas/km2) lo cierto es que en 1949 había en China 541.670.000 habitantes y en 1969 se había llegado ya a 806.710.000. este rápido y desordenado crecimiento alertó al Gobierno chino que, en década de los años 70, empezó a implantar un sistema de control de natalidad, basado principalmente en favorecer el matrimonio y la procreación tardíos y la natalidad limitada. Se estimuló la política de un solo hijo por cada matrimonio (si bien esto se ha aplicado con cierta elasticidad en las minorías étnicas para preservarlas de su extinción y en el campesinado por las duras condiciones tradicionales de este sector).
Minorías étnicas: algunas pistas
Las 56 minorías étnicas distribuidas por el inmenso territorio chino conforman una enorme riqueza en este país. Cada nacionalidad posee diferentes características y costumbres peculiares. Son éstas tan diferentes unas de otras como lo son los territorios en que viven, desde los desiertos hasta las mesetas, desde las cumbres hasta las zonas boscosas.
En el noroeste habitan los uigures y los mongoles, que son parte importante de la historia de China. Desde las extensas llanuras de Asia Central Gengis Kan unificó diversas tribus y se lanzó a la conquista de China, y de parte de las actuales Persia, Rusia e India. La ferocidad de estos jinetes que con resistencia espartana montaban pequeños caballos esteparios (sobre los que comían y dormían) era tal que –según señala Marco Polo en sus crónicas- cuando les faltaba comida y bebida comían la carne de sus caballos y les abrían en canal para beber su sangre. Inasequibles al desaliento, hicieron templar las hierbas de las praderas de Mongolia, sufrieron la calcinación del desierto y desafiaron las altas cumbres nevadas. Como jinetes alados llevados por el viento de la conquista, dejaron atrás Asia y asomaron sus ojos oblicuos por el balcón de Europa. El Papa Inocencio IV tembló ante el avance incontrolado de las hordas y envió un mensajero al Gran Kan (Kuinik) conminándole a que retrocediera si no quería atraer la cólera divina. El mongol se burló de un Papa tan débil que no había conquistado ningún territorio. Hubieron de pasar muchos años y muchas negociaciones entre cristianos y mongoles (los hermanos Polo intercedieron ante Kublai Kan) para que desapareciera de occidente la angustiosa amenaza.
Lo cierto es que bajo la “Pax Mongólica” la Ruta de la Seda fue lugar seguro para mercaderes y traficantes que atravesaban sus dominios.
En el suroeste de China, en la provincia de Yunnan, hay 24 minorías étnicas entre las que se encuentran los zuang, sanim, naxi, bai, etc. Los naxi veneran el color oscuro, visten de negro o de azul, en sus granjas tienen gallos y patos de color negro, y muchos de sus nombres tienen significados relativos al color negro. En cambio, nada más pasar la “frontera” de los bai se aprecia el amor de esta étnia por los colores blancos. “Bai” significa “blanco”. Visten con colores claros, predominando el blanco. Sus animales domésticos favoritos son las cabras y las ovejas blancas, y en su filosofía y comportamiento el término “blanco” es sinónimo de la pureza de sus mujeres. También afirman que ellos hablan la lengua blanca. Cerca de Dali, capital de los bai, existe un lugar maravilloso llamado “El manantial de las mariposas”. Se trata de un frondoso jardín rodeado de enormes árboles de hoja caduca que se inclinan sobre una pequeña laguna a la que llaman “la fuente de las mariposas”. Al final de la primavera, cuando las flores están en su plenitud, el gran árbol que se vence hacia el lago expulsa una fragancia exquisita que sale de unas pequeñas florecillas blancas y amarillas, que atraen a miles de mariposas agrupadas como un verdadero ejército multicolor. En su cita anual, las traviesas voladoras van formando un arco iris que parte de la rama arqueada de un árbol y termina en las aguas azules de la fuente.
El espectáculo es fascinante, pero los chinos no se conforman solo con la belleza del momento y tienen una hermosa leyenda: “En este lugar se daban cita dos amantes bai que, ante la prohibición de sus familias para unirse en matrimonio, decidieron suicidarse allí. Desde entonces vuelven cada primavera convertidos en dos mariposas y acompañados por una corte de sus amigas mariposas”.
Otras etnias importantes son los tibetanos en el Tibet) y los manchúes (en el noroeste).
Además de ser diversas las costumbres, las lenguas y la concepción de la vida, las minorías étnicas se diferencian también por los gustos culinarios. La cocina china es muy rica y variada en todo el territorio. A los sureños les gusta el arroz y a los norteños la comida hecha con harina. A los uigures, kazacos y mongoles les encanta el cordero en brochetas, el pan ácimo y el té con leche; los tibetanos prefieren la harina de cebada.
Hay en China 100 millones de creyentes que rinden culto a diversas religiones: taoísmo, budismo, islamismo y cristianismo. Cada religión tiene sus propios organismos nacionales y locales. Los diferentes templos son una muestra inequívoca de la rica mezcla de fervor religioso y de sensibilidad arquitectónica.
Viajar a China es es partir hacia los orígenes de los secretos de la humanidad; es descubrir la esencia de un pueblo milenario que resume su filosofía de la vida en sabios proverbios.
Los chinos son viajeros entusiastas desde la antigüedad. Son conscientes de que el conocimiento de otros lugares y el contacto con otras personas enriquece al ser humano.
En los últimos años el coloso asiático ha mejorado notablemente los niveles de productividad y competitividad, y los indicadores sociales han mejorado sustancialmente. Ha realizado avances espectaculares en diversos terrenos científicos, como el programa de navegación espacial tripulada, supercomputadoras, software, equipos de circuitos integrados, turbinas de combustible de gran dimensión. Han conseguido notables mejoras en la investigación de nuevos fármacos. Figura entre los primeros países del mundo en preparación de semillas de arroz y de arroz híbrido.
Son espectaculares los avances conseguidos en poco tiempo en infraestructura viaria: ferrocarriles, autopistas, en el campo económico y cultural, colocándose progresivamente con papel destacado en los principales organismos internacionales.
Curiosidades y costumbres
Los chinos tienen a gala ser hospitalarios y buenos anfitriones, pero juzgan el comportamiento según sus propias normas, por lo que se recomienda observarlos. Por ejemplo, cuando dan una tarjeta de visita lo hacen con ambas manos (es lo correcto) y también cuando entrega uno esta tarjeta ha de hacerlo con las dos manos.
Aprecian mucho el nivel tecnológico de los occidentales, pero les agrada que se interesen por sus tradiciones y costumbres.
Lo que más conocen de España (Xibanya, para ellos) son los tópicos referentes al flamenco, los toros y Barcelona (por los Juegos Olímpicos).
Es de buena educación dejar algo en el plato, pues eso significa que a uno le están dando tan bien de comer que no puede con todo. En cambio, si se come todo, es señal de que se tiene más hambre.
En las presentaciones no les gusta que se bese a la persona china de diferente sexo en público (como es la costumbre occidental). Lo educado es estrechar la mano inclinándose un poco.
La puntualidad es una virtud.
Los regalos como intercambio son muestra de buena voluntad, pero (debido a las extendidas supersticiones) hay que evitar regalar relojes de mesa y despertadores.