Los primitivos habitantes de la isla los majos o majoreros, en su versión castellanizada- tenían un origen bereber, señalándose su posible llegada a la isla desde mediados del primer milenio a. C., si tenemos en cuenta la proximidad al continente africano y la posibilidad de que fuera utilizada como plataforma para el resto del poblamiento del Archipiélago. Sin embargo las fechas radiocarbónicas existentes hasta hoy son todas posteriores al inicio de la Era.
La base de la economía era la ganadería y constituyó la más importante fuente de recursos alimenticios entre los antiguos pobladores de la isla, complementándose con la recolección vegetal, pesca, marisqueo, y quizás también con una agricultura no documentada arqueológicamente ni por las fuentes escritas.
Las especies ganaderas más importantes de la isla eran la cabra y la oveja, adaptadas a la aridez del territorio, y en menor número el cerdo. El pastoreo estaba relacionado con la disponibilidad de recursos forrajeros y acuíferos, que mediatizaría la circulación de rebaños y pastores por toda la superficie insular, destacando como zonas más munificentes las cuencas de grandes barrancos, los sectores montañosos y las áreas de malpaís, que ofrecen una rica gama de especies forrajeras, cuando las lluvias invernales permiten su desarrollo.Otro área de pastoreo era El Jable, por su capacidad para absorber la humedad ambiental, con el siguiente crecimiento de pastos en la época estival. Tenía gran importancia la atención y el cuidado del ganado como base del sustento de la población. Los productos lácteos extraídos del ganado eran la leche, el suero y el cuajo. Partiendo de ellos, es bastante probable que se realizara algún tipo de queso o requesón, que junto con la carne y el cebo o grasa animal constituían otro de los alimentos esenciales de la dieta majorera. Del ganado caprino también se obtenía piel, tendones, nervios, huesos y cuernos con los que se realizaba los vestidos, utensilios como punzones, agujas.
La actividad ganadera se complementaba con la recolección vegetal, de frutos y especies silvestres, entre las que destacan los dátiles de los palmerales existentes en la isla, que se consumían frescos o eran almacenados mediante técnicas de secado.
Entre la amplia gama de variedades florísticas recolectables sobresale el cosco o cofe, con sus semillas elaboraban una especie de harina, una variedad de gofio consumido durante los períodos cíclicos de carestía. Así mismo podemos citar el cenizo, avena salvaje y la patilla con las que también se elaboranban harinas o eran ingeridas en fresco.
Y como última actividad complementaria, hay que citar la recolección marina: el marisqueo y la pesca, con la captación de moluscos marinos como lapas, burgados, mejillones, púrpura, actividad que tiene su reflejo material en los numerosos concheros localizados en el litoral de la isla, así como en los asentamientos y en los poblados. En cuanto a la captura de peces podemos citar el consumo de viejas, bocinegro, así como pejeperros, samas y morenas.
No existen referencias a la práctica agrícola en el momento de la conquista (comienzo del siglo XV), sin que la arqueología haya negado hasta la fecha esta afirmación.
Del medio se aprovecharon las materias primas de origen mineral piedra (industria lítica), arcilla (industria cerámica) y materiales orgánicos (hueso, industria ósea) así como productos vegetales y animales (vestidos, construcción, etc.) para la fabricación de manufacturas y utillaje. La cerámica de Fuerteventura es realizada a mano, ante el desconocimiento del torno. Podemos establecer dos grandes grupos cerámicos, atendiendo al tamaño, la forma, calidad de las pastas y ubicación de la decoración.
El primero está formado por vasijas de gran tamaño con predominio de fondo cónico, la decoración se distribuye en el tercio superior utilizando en la mayoría de los casos la técnica acanalada. Debieron estar destinadas al almacenamiento tanto de sólidos como de líquidos. Del mismo modo junto a ellas aparecen asociadas "tapas" calcáreas con función de protección del contenido.
En el segundo grupo quedarían englobadas las piezas de mediano tamaño con fondos apuntados y planos, la decoración es más abundante llegando, en algunos casos, a distribuirse por toda la pieza excepto en el fondo; por su menor tamaño y fácil manejo debió cumplir funciones de mayor movilidad. Por lo general carece de apéndices, salvo pequeños mamelones con fines decorativos. Sólo los "Tofios" poseen un vertedero cuadrado abierto. Los motivos decorativos son geométricos de franjas y metopas de líneas paralelas, espigas, ondas, zigzag así como decoración impresa de motivos puntillados.
La inexistencia en la isla de recursos metálicos lleva a los majoreros a la explotación intensiva de los recursos líticos para la obtención de un variado instrumental. Así, materiales basálticos se han transformado mediante técnicas de talla y pulimento; obteniendo instrumento de corte y abrasión. Los útiles de basalto destinados al corte, desgaste y perforación son lasca y prismas de basaltos dotados de un filo cortante. El basalto, también, se transforma por pulimento en piezas de molturación, entre los que sobresalen los molinos circulares de dos piezas y los molinos naviformes o barquiformes acompañados de una pieza móvil a modo de mortero de mano, así como, en instrumentos de diversa funcionalidad: alisadores, colgantes, etc.
La industria ósea se desarrolla a partir del aprovechamiento de los huesos largos y cornamenta de las especies animales domesticadas (cabra, oveja, cerdo), así como de algunas partes del esqueleto de los peces (vértebras y espinas). Los huesos se trabajan mediante incisiones o cortes y pulimento, obteniendo objetos diferentes como punzones y espátulas. A partir de la transformación de las conchas de moluscos marinos, hueso y piedra se han elaborado, mediante pulimento de las superficies, manufacturas como adornos personales: colgantes, cuentas de hueso y concha de diferentes morfología (cuadradas, cilíndricas, discoidales, rectangulares) con perforaciones y acanaladuras que conforman collares.
La piel de la cabra, oveja y cerdo fue transformada para hacer vestidos, así como los tendones y tripas que se usarían en el cosido de las vestimentas.
El trabajo de la madera sólo esta documentado en las fuentes etnohistóricas sólo disponemos de la referencia al empleo de garrotes de acebuche como arma defensiva.
Los lugares permanentes de habitación se situaban en los fondos de los valles y barrancos. Así el modelo de asentamiento dominante en la isla, en cuanto a frecuencia y magnitud, corresponden al ubicado en las márgenes de los barrancos, cercanos a nacientes de agua, pastos o suelos fértiles, y formando poblados, especialmente destacados en la vertiente oriental de la isla. Se trata de poblados de superficie constituidos por un número variable de construcciones de piedra seca. La vivienda de superficie más frecuente son construcciones de formas circular u oval que poseen muros de sillares y caracterizadas por tener un piso más profundo que el nivel del suelo exterior, por lo que se llaman "casas hondas" el interior está dividido en pequeñas dependencias adosadas en torno a una estancia central.
Los malpaíses lávicos fueron ocupados temporalmente, aprovechándose los tubos volcánicos mejorados como viviendas con paredes interiores, pues en estos lugares cuando llueve, germinan plantas forrajeras, aprovechadas por el ganado.
También se localizan asentamientos en los lugares más elevados de la isla y en la cima de determinadas montañas. Su funcionalidad está relacionada con el control estratégico del territorio, la explotación de los recursos, la defensa frente a agresiones exteriores, sin olvidar el carácter religioso de muchos de estos enclaves montañosos. Destacamos los enclaves habitacionales de la base de la Montaña Cardones, Montaña Martínez (Tetir), Lomo Gordo o La Atalaya (Betancuria).
La sociedad de los majos se articula sobre un modelo tribal de organización segmentaria. La familia extensa representaría la unidad social elemental de la sociedad majorera.
El propio sistema sociopolítico de Fuerteventura, conocido precariamente a través de las fuentes escritas, denota la existencia de este tipo de organización social.
Así, la isla estaba dividida en dos demarcaciones tribales: "Maxorata" y "Jandía", encabezadas por jefes guerreros que eran asesorados por una asamblea. Las demarcaciones estaban separadas por muros de piedras, localizada en el istmo que une la Península de Jandía con el resto de la isla. Conocida como "La Pared de Jandía", se extendía de norte a sur desde la costa de Barlovento a la de Sotavento, y de ella actualmente sólo se conservan algunos tramos.
La religión majorera puede relacionarse con el culto a los antepasados, materializado a través de los ídolos como representativo del culto doméstico y los rituales colectivos que se realizaba en lugares destacados del paisaje como la montaña de Tindaya donde se encuentran numerosos grabados rupestres en forma de pié, allí se rendía culto a los astros íntimamente relacionado con los fenómenos pluviométricos del solsticio de invierno, precisos para la germinación del pasto que alimentaba el ganado. Según las fuentes etnohistóricas, los majoreros también poseían recintos o "templos", denominados "efequénes", donde celebraban congregaciones religiosas.
De la cultura material como representativos del culto doméstico, destacan los ídolos antropomorfos, como los procedentes de La Oliva.
Como exponentes de las prácticas funerarias de los majoreros tenemos los enterramientos, éstos se localizan en cuevas naturales como los hallados en la Montaña de La Atalaya, Hoya del Dinero, Montaña de los Cardones. Otro tipo de cueva natural utilizada como enterramiento son los llamados tubos lávicos siendo los yacimientos más importantes la Cueva de Villaverde (La Oliva), Cueva de los Ídolos (La Oliva) y La Atalayita (Pozo Negro). También se han constatado enterramientos en recintos o solapones naturales, acondicionados con una o varias hiladas de piedras que nivelan el terreno, como son hallados en la Montaña de La Muda.
Otras estructuras funerarias documentadas en las Cartas arqueológicas y en las fuentes escritas, son las cistas construidas por piedras en una disposición rectangular y cubiertas con lajas al aire libre, y estructuras artificiales de piedra de forma circular, los "túmulos"; aún no constatados arqueológicamente.
La mayoría de los investigadores relacionan las estaciones de grabados rupestres con el mundo de las creencias y prácticas mágico religiosas, tanto por la propia ubicación, por su contexto arqueológico, así como por los paralelismos con las estaciones canarias y norteafricanas. Así las estaciones de grabados rupestres de Fuerteventura obedecen a una motivación concreta, relacionada, sobre todo, con las concepciones religiosas de la población prehistórica de la isla, con una finalidad propiciatoria para controlar los procesos naturales. En la temática destacan los motivos geométricos, muy abundantes y repartidos por toda la geografía insular, localizándose en barrancos, montañas, peñas, jables y zonas de malpaís entre los que podemos citar: Barranco del Tinojay (La Oliva), Barranco de la Peña (La Oliva); otro grupo de grabados son los podomorfos ubicados en la Montaña de Tindaya, en el Barranco de la Peña, Castillejo Alto y Tisajoire, y por último las inscripciones alfabéticas como son las del Barranco del Cavadero (La Oliva), Montaña Blanca de Arriba (La Oliva), y Pico de la Fortaleza, entre otras.
Yacimientos arqueológicos
El poblado de La Atalayita situado en el Malpaís Grande, en la margen derecha del Barranco del Pozo Negro, representa el hábitat característico de Fuerteventura, formado por viviendas al aire libre, utilizando también las cuevas del malpaís. La mayoría de las casa son de planta circular u oval, con compartimentación interna, con muros piedras, entre ellas encontramos las llamadas "casa honda" por estar semiexcavada en el terreno existiendo un desnivel entre el suelo interior y exterior, acompañadas por construcciones de uso ganadero, poblado íntimamente relacionado con el aprovechamiento de los pastos, la recolección de especies espontáneas y los productos marinos.
La Montaña de Tindaya, en el municipio de la Oliva, es considerada como uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la isla, con evidencias arqueológicas en su pie como son construcciones de tipo habitacional y funerarias acompañadas de material cerámico, lítico y óseo. En la cima, es donde se sitúan las manifestaciones rupestres, que por su número y motivos representados, constituye un ejemplo único para la isla. Las representaciones son figuras de tendencia trapezoidal y rectangular, muchas de ellas en uno de los lados menores presentan cinco pequeños trazos rectilíneos paralelos que son interpretados como representaciones esquemáticas de los dedos de los pies, de ahí que su nombre "podomorfos".
Turismo de Canarias (articulo publicado en la revista nº 19 Turismo de Canarias)
Mercedes del Arco Aguilar
Licenciada en Geografía e Historia