viernes. 22.11.2024

Crónica profana que complementa de peregrino (Israel)

Lo que más impresionó a este viajero es la precisión con que los Evangelios describen la zona en que Jesús ejerció su Vida Pública. Tal vez sea un comentario superficial, pero tiene la virtud de ser sincero. Acaso porque un día antes de salir, vi por la DOS de TVE a un especialista, presunto historiador, creo que judío, que aseguraba con gesto dogmático y, según decía, “científico", que el Evangelio es una sarta de mentiras y la causa principal del odio histórico contra los judíos. O sea, que los exterminios de Matahussen y Auschwitz son consecuencia de una patraña urdida por la imaginación de los evangelistas. Comprobar que el castillo de Herodes, la vía dolorosa, el Santo Sepulcro, Getsemaní, el huerto de los Olivos, están donde tendrían que estar si los Evangelios fueran verdaderos, es decir, están en su sitio, y que todos los detalles encajan con exactitud en los lugares indicados por quienes lo contaron, esto es lo que a mi más me ha llamado la atención de este viaje. Cuando en Semana Santa se lee la Pasión, mi imaginación no acaba de emplazar bien los lugares, no interpreta las distancias, no capta el escenario. Muchas veces me he preguntado cómo pudo Cristo llegar a hacer el recorrido de ida y vuelta del Palacio de Pilatos al de Herodes y subir luego al monte Calvario tras los latigazos y la corona de espinas; o cómo pudo Pedro oír el canto de un gallo tres veces tras los muros del recinto palaciego. Allí lo entiendes, es decir, ves que todo está al alcance, y que lo que desconcierta a la imaginación encaja con lo que encuentras. Comprobé sin proponérmelo, que, al cabo de dos mil años, el testimonio evangélico es proporcionado a la realidad que visitas. Para mí, esto fue lo principal.

También forma parte de lo principal reconocer la labor de los franciscanos. Gracias a la pacífica dedicación de esta orden mendicante, los originarios monumentos de la tradición cristiana, que son el motivo por el cual hoy se llama en el mundo “santos" a estos lugares, sobreviven todavía para hacer de esta tierra un centro de peregrinación y de atracción turística universal. A esta tarea suya, realizada con modestia y dignidad, se debe la recuperación y el mantenimiento de los símbolos de una religiosidad que identifica, por encima de cualquier otra, a esta zona disputada por palestinos y judíos. La cruz franciscana se ha convertido en un signo de humanidad y de respeto que, en opinión de este cronista, es obligado agradecer. 

En cuanto a lo secundario, reflexioné sobre aspectos del presente. Hay palestinos y hay judíos, claro. No se pueden ver entre ellos, aunque todos son buena gente, personas de buena voluntad. El problema está en la facilidad con que se puedan dejar cautivar unos y otros por los ortodoxos de uno y otro lado. Esos están como regaderas. Los rabinos jaredíes con sus chisteras negras como Groucho Marx, sus trenzas colgando como las de Blanca Nieves, sus rostros avinagrados como el de la madrastra, sus perfiles delineados desde jovencitos, dándose golpes contra el muro de las lamentaciones, que, según dicen ellos, es el centro del Universo, rezando en un vaivén corporal como si estuvieran borrachos salidos de un carnaval histérico... Los imanes palestinos, levantando al amanecer, a fuerza de altavoces, a quien no desea escucharlos, ordenando exhibir el desorden de sus basuras, abominando del cerdo pero viviendo en la pocilga mientras engalanan las mezquitas. Hay quien dice que están todavía en la Edad Media. No es verdad. Unos no han salido del Viejo Testamento. Al verlos, se entiende que Jesús dijera que no está hecho el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre. Se lo decía a gente como esta. Los otros, regresaron al Viejo Testamento porque repudiaron el Nuevo. Están acomplejados y cuando rascas percibes que disimulan un resentimiento histórico contra la civilización que rechazan tanto como envidian... No sé qué es peor: si negarse a salir del Viejo o haber regresado al Viejo cuando ya se ha salido de él. Todavía creen que el cerdo es un animal inmundo porque en tiempos de Mahoma transmitía la triquina. Si Mahoma hubiera sabido de las vacas locas, de la fiebre de Malta o de la gripe aviar hoy serían todos vegetarianos.

RECOMENDACIONES:

Animaré al quien pueda  a disfrutar de los encantos del viaje. Pero como no se trata de una exhibición en la pasarela Cibeles, sino de un peregrinaje con todas sus consecuencias, será útil añadir algunas observaciones. Hay que levantarse todos los días a las cinco o seis de la mañana, pasar horas y horas de autobús, comer en autoservicios de carretera sin catar jamón ni probar vino, no beber agua de ningún grifo, andar diez kilómetros diarios al sol tras tres o cuatro horas rebotando por calzadas polvorientas sin señales, elegir entre acostarse muy temprano o hacer una ronda nocturna por las ciudades que se visitan, pasar de diez grados por la noche a más de treinta al mediodía, escuchar pacientemente lo que te cuenta el guía mientras tratas de dormirte. No hay que olvidar el sombrero de peregrino, aunque te llamen la atención en la explanada de las mezquitas por si luces alguna señal cristiana o insinúas algún gesto afectivo a tu acompañante. Y atención, esto es lo principal, no hacer el muerto al bañarse en el Mar Muerto. Si te como le pasó a mi hermano Carlos. Tienes que encontrar a un buen samaritano que te ayude a salir… Por precaución, antes es aconsejable bautizarse de nuevo en el Jordán.

No se os olvide pasar a Jordania. Atención féminas: es mejor dejar las maletas en algún hotel israelí con las pinturas de labios, los polvos de maquillaje y las cremas faciales y ejercer de mochilero trashumante durante dos o tres días. Si vas con las maletas cargadas te arriesgas a esperar varias horas para cruzar la frontera mientras las revisan. Llegar al monte Nebo, tras dejar Ammán, es una experiencia desconcertante. Desde allí se atisba la tierra prometida, pero uno se pregunta si, al ver aquel extenso páramo, Moisés prefirió quedarse sin promesa y simular como que Dios le castigaba. Hay que ver Petra, claro, pero como descubrió el perspicaz peregrino, es un decorado que dejó Spielberg tras rodar Indiana Jones y la última cruzada. Todo el mundo habla de subir andando al Monasterio, pero no se ha sabido de nadie que lo hiciera, ni siquiera nuestro guía . Me llamó más la atención la ciudad romana de Gerasa. No se habla tanto de ella como de Petra. Al apreciar que las legiones llegaron hasta allí y dejaron sobre la calzada las huellas de sus carros, me sentí más reconfortado que entre las ruinas nabateas. Saberme heredero de Roma, en lugar de troglodita, me tranquilizó durante el regreso y me permitió dormir en el avión.

Crónica profana que complementa de peregrino (Israel)