Crucero A Rosa por el Rin

http://www.express.de/duesseldorf/havarie-in-duesseldorf-unfall-auf-dem-rhein--zwei-schiffe-krachen-frontal-ineinander-,2858,31485346.html

El día quince de agosto

empezamos la odisea:

Comenzaba en Ámsterdam,

Terminaba en Basilea.

 

Es un crucero fluvial

Que fleta Panavisión.

Para ver bien Alemania

Es una buena ocasión.

 

El quince y el dieciséis

Amsterdam, su gran museo

Rembrandt (la Ronda de Noche),

La plaza Dam, el beaterio.

 

Pero el lunes diecisiete

Navegando en la corriente

Un carguero despistado

Nos embiste frontalmente.

 

Sol y yo en la misma proa

Descansábamos felices;

Vimos venir la tragedia

En nuestras propias narices.

 

Se acercaba hacia nosotros

Cual demonio enfurecido,

A una gran velocidad,

Y el capitán hizo un giro.

 

Pero no fue suficiente;

El impacto fue brutal;

Nosotras nos agachamos

Por un instinto animal.

 

Luego fue todo muy rápido;

Tras el choque violento

El agua entró a borbotones

Anegando nuestro asiento.

 

Corrimos despavoridas

Sin querernos detener,

Pues todo eran desperfectos

Acá y allá por doquier.

 

El caos fue general:

Muchos estaban perplejos,

y por la megafonía

nos daban buenos consejos.

 

Nos decía el capitán:

“mantengamos la cordura,

No ha sido nada importante,

Es solo una abolladura”.

 

“Así empezó en el Titanic”

-pensé para mis adentros-

“no ha sido nada importante”,

Y hubo centenas de muertos.

 

En poco tiempo vinieron

 bomberos y sanitarios,

técnicos, especialistas,

¡y hasta vino un comisario!

 

Por la parte de delante

el barco estaba averiado;

se quedó en los astilleros

para allí ser reparado.

 

Astilleros, en Colonia,

Un lugar no deseable,

Putrefacto, maloliente,

muy sucio y desagradable.

 

Tras dos días lo reparan

Y mientras, los cruceristas

Se recorren Alemania

como errabundos artistas.

 

En jornadas laborales

Nos meten en autocar

-diez horas como promedio-

Cual japonés ejemplar.

 

Día diez y ocho, Coblenza,

Y el diecinueve el Mosela.

Era todo muy bonito,

pero no valió la pena,

 

pues después de unas diez horas

metidos en autocar

vimos pueblos coloristas

sin poderlos pasear.

 

Disfrutamos del crucero

El día veinte ¡por fin!

No supimos distinguir

si era el Duero o era el Rin.

 

Tan grande era la alegría

al vernos en la cubierta

que tímidos paseamos

temiéndonos una treta.

 

Pero no, ¡era la verdad!

Ni era treta ni un apaño.

El panorama tan bello

no nos llamaba al engaño.

 

Suaves colinas verdosas

Y castillos con almena,

Historias, bellas leyendas,

Y Lorelai, la sirena.

 

El río les sonreía

a los pobres sufridores

que haciendo fotografías

olvidaban sinsabores.

 

Por la tarde Heidelberg.

Es una hermosa ciudad.

En todo el mundo es famosa

Su gran universidad

 

Allí estuvieron los celtas,

y llegaron los romanos,

hubo guerras fraternales,

se instalaron los prusianos.

 

Para el día veintiuno

Hay muchas cosas que ver

en la ciudad de Estrasburgo:

un delicioso placer.

 

El Palacio de Rohan,

Viejos barrios, catedral,

Interesantes museos,

El centro peatonal.

 

Sábado día veintidós

El viaje ya ha concluido;

Se prepara la maleta,

Cada cual vuelve a su nido.

 

Y ahora a reflexionar

Cómo ejercer sus derechos,

Pues cada cuál es muy libre

para interpretar los hechos.

 

Pero el viaje es aventura.

Lo que hay que considerar

es que la mente esté abierta

para poder disfrutar.

 

Porque, pase lo que pase,

Hay que vivir experiencias,

Unas buenas y otras malas:

No perdamos la paciencia.

 

Ya que lo más importante

Para un viajero curtido

es tener muy buen humor

y lograr ser divertido.