Tras mi larga experiencia como viajero habitual, a lo largo del tiempo he confeccionado mi lista de lugares con embrujo y especial encanto en este planeta, y en ella se encuentra en un destacado lugar el Parque Nacional del Teide, hoy Patrimonio de la Humanidad gracias a la propuesta que hizo en su día el Centro de Iniciativas y Turismo de Santa Cruz de Tenerife, y que luego llevaría a buen término nuestro eficaz Cabildo Insular. El volcán ha sido desde siempre, y sigue siendo, el gran faro de este conjunto de islas a las que desde hace decenas de centurias botánicos, aventureros, navegantes y curiosos arribaron atraídos por fuerzas desconocidas y por su grandeza espectacular anclada en el Atlántico.
Todos los años lo visito por lo menos media docena de veces, y cada tres o cuatro me atrevo a coronarlo a pie, con mi familia y amigos, desde su base en Montaña Blanca. La edad no suele perdonar y en cada nueva ocasión les aseguro que me cuesta más, y obviamente llegará un día en el que solo recordaré el silencio, el frío, el calor, los olores de su vegetación y su majestuosidad, ya que con toda seguridad nunca volveré a alcanzar la cima de este mágico lugar. Me conformaré con pasear por su magnífica red de senderos y saborearlos a pleno pulmón.
Según mi leal saber y entender, qué poco hemos sabido aprovechar esta maravilla de la naturaleza para promocionar más y mejor nuestra isla. ¡Qué escaso rendimiento económico le hemos sacado al Parque Nacional más visitado de España! En un plazo no muy lejano tendremos que ordenar las ideas y priorizarlas, y a su vez ser más valientes y atrevidos haciendo frente a esta sociedad pasiva que prefiere "lo malo conocido que lo bueno por conocer". ¡Qué falta de imaginación para ofertar uno de los cielos más limpios y estrellados del planeta! Tenerife y el Pico Teide deberían de ser lugares de visita obligada y estar presentes en la agenda de cualquier científico o investigador que se precie, o que pueda serlo en el futuro.
Bueno? no quiero ponerme melancólico; estoy absolutamente convencido de que todo mejorará con el devenir del tiempo.
Me gustaría precisar que para vivir con plenitud este gigantesco volcán y sentirlo se hace necesario dormir junto a él, y casi la única opción posible es la de alojarse en el Parador de las Cañadas del Teide, inaugurado en 1960, y que pertenece a una red que nace en 1928, auspiciada por el rey Alfonso XIII, y que desde 1991 queda constituida como una Sociedad Anónima Estatal. Esta acción la intento hacer por lo menos una vez cada año. Pasar una noche con el volcán es algo distinto e ilusionante: te llenas de silencio, luz y energía al cobijo de uno de los mejores y más diáfanos cielos del planeta.
Lamento, por tanto, decirles que cada año que pasa este está en peores condiciones. Es el alojamiento más descuidado, desaliñado y desamparado de esta gran red de Paradores Españoles, cuya política principal debería ser la de proyectar la imagen de Tenerife ofreciendo una estadía cómoda y confortable, moderna y con calidad, enclavada en el corazón de un patrimonio natural, y que pueda ser a su vez un dinamizador de su zona de influencia.
Los paradores nacionales siempre fueron un ejemplo envidiado internacionalmente en cuanto al alojamiento se refiere. El del Teide es el único de dos estrellas de esta singular red, pero con precios por estancia superiores en muchas ocasiones a los de cinco estrellas de Tenerife. El hotel está ajado, descuidado y obsoleto, y sus parámetros de calidad dejan mucho que desear. Habría que cambiarlo casi todo, y cuando así digo me refiero también al elemento humano, empezando por su dirección, que está aletargada y que se ha convertido casi en una situación de funcionariado. Parece más bien un refugio de montaña que el hotel de una cadena de prestigio. El servicio es bastante deficiente y quizás, por la altitud y la distancia, no exactamente amable. Su restaurante parece que pretende obtener una estrella Michelín, pero les aseguro que no es oro todo lo que reluce; se puede comer mejor en cualquier otro lugar de la isla. Las habitaciones están bastante cascadas y el mobiliario es digno de un museo por su antigüedad y mal estado.
Como habrán podido apreciar, todo lo singular e inigualable que tiene el Parque Nacional lo estropea este parador, por la dejadez de una administración lejana que nunca se ha preocupado lo suficiente de este estratégico enclave, así como por la falta de insistencia ante ella de nuestros políticos. Reina en él una cierta desidia, y los tinerfeños no podemos permitir que continúe esta situación que a todas luces desprestigia a nuestra isla. Quiero exponer este hecho a la autoridad competente e invitar a los diputados y senadores de Tenerife a vivir in situ lo que les he descrito, exhortándolos a que busquen y encuentren soluciones rápidas, dado que empaña nuestra imagen de isla ejemplar en el aspecto alojativo, pues, según TUI, en nuestro Archipiélago se encuentran los mejores hoteles vacacionales del planeta, y así lo viene refrendando año tras año con los premios que habitualmente otorga.
Me gustaría no solo ser crítico, sino también capaz de aportar algunas ideas que puedan contribuir al cambio de esta penosa imagen. Parece que secularmente pocos son los cualificados responsables que han querido hacerse cargo en las últimas décadas de este desdichado parador. Mi pregunta es: ¿por qué? Tal vez lejanía, precio, poca clientela? Vamos, por lo tanto, a pensar en soluciones.
Estas podrían ser desde un cambio integral de las dependencias (habitaciones, mobiliario bar-restaurante, salones apropiados, etc.) a la integración de nuevas instalaciones orientadas al segmento deportivo de alto rendimiento (gimnasio, sauna, talasoterapia y otras aplicaciones en razón a ello).
¿Por qué?, ¿cuál es el porqué? Pues tal vez no se ha pensado desde una gestión diferente en promocionarlo y ofertarlo a grupos o personas del deporte en general, a reuniones o encuentros de carácter científico, o a pequeñas convenciones o cursos de empresa; en fin, a explorar y potenciar otras posibles alternativas. Tal vez se les haya pasado practicar una política de precios especiales para residentes y ofrecer un cinco estrellas al precio de dos y no al revés.
En cualquier caso, queda claro que la orientación y la forma de gestionar en las últimas décadas no ha funcionado, y por lo tanto parece razonable que por quien corresponda no solo se proceda a la conveniente adecuación del lugar, en función de su futura oferta, sino también a la de un cambio radical de timón en la gestión de este parador único desde ahora en adelante.