Agradecimiento
Dignísimas autoridades, directivos y personas asociadas al Centro de Iniciativas y Turismo de Santa Cruz de Tenerife, representantes de las entidades premiadas, Sras y Sres.
Agradezco que me hayan permitido tomar la palabra en este acto para agradecer, en nombre de las entidades premiadas, el reconocimiento que nos hace el CIT al concedernos el premio Amables del Turismo y la Convivencia en su XXXVI edición. Un premio veterano, con arraigo y solera, que representa un honor para quienes lo recibimos.
El CIT da una muestra de su generosidad al atribuirnos algo que de suyo es meritorio puesto que el término amable, además de referirse a algo o alguien afable, afectuoso y digno de ser amado, que ya es mucho, está emparentado con el altruismo, la solidaridad y el respeto, valores que contribuyen a mejorar la vida de las personas en los distintos ámbitos de la convivencia.
Una feliz coincidencia ha hecho que este acto se esté celebrando hoy, fecha con una gran carga simbólica pues se cumplen 67 años de aquel 10 de diciembre en que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamara la Declaración Universal de Derechos Humanos que, en palabras de René Cassin, redactor principal del texto y Premio Nobel de la Paz, es “el primer manifiesto de orden ético que la humanidad organizada haya jamás adoptado”. Lamentablemente 20 años después, en 1968, él mismo afirmaba que ningún país, ni siguiera el más avanzado podía enorgullecerse de cumplir todos los artículos de la Declaración. Aunque nos pese, su afirmación sigue plenamente vigente.
Pero esto no resta importancia a la Declaración pues, como afirma Adela Cortina, “Hoy nadie se atreve a declarar en serio que haya seres humanos sin derecho a la vida, a la libertad y la dignidad (…) aunque exista un abismo entre las declaraciones y las realizaciones”
Ahora, cuando nuestras sociedades occidentales se ven amenazadas por el riesgo cierto del terrorismo, cuando tenemos evidencia de nuestra vulnerabilidad personal y colectiva, cobra mayor sentido la afirmación central de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”
Derechos de los que cada vez son más las personas excluidas. Estamos asistiendo al crecimiento de la sima de la desigualdad injusta que está consolidando una sociedad dual y amenazando la cohesión social; vemos cómo cada día son miles las personas que pierden algún derecho fundamental y cómo miles de personas ven truncados sus proyectos vitales. Hoy asistimos a una pobreza excluyente que es cada vez más extensa, más intensa y más crónica, en medio de la abundancia, es decir, una pobreza éticamente culpable porque es económicamente evitable.
Dice Edgar Morin que estamos ante “la gigantesca crisis de la humanidad en busca de su humanidad” y propone como una de las vías para el futuro la reforma de la vida. Se refiere a una reforma en la que importe más la calidad que la cantidad y el ser más que el tener, donde la necesidad de autonomía y la necesidad de comunidad vayan asociadas y en la que se recuperen y extiendan dos valores fundamentales considerados femeninos: el amor y la ternura”.
Apelamos a la corresponsabilidad inminente e ineludible de todo el conjunto de la sociedad civil en impulsar iniciativas respaldadas por el tejido social y la participación democrática ciudadana y así lograr cambios hacia el pleno desarrollo integral y humano que nos aportará identidad propia, pertenencia al territorio y alcanzar el bienestar común de la población.
Decía al inicio que la amabilidad está emparentada con el altruismo, la solidaridad y el respeto. Pues bien, entiendo que actuar desde el respeto a la dignidad de las personas no es un móvil más entre otros, sino el móvil moral, que brota del reconocimiento de seres absolutamente valiosos, que no tienen precio, sino dignidad. Los demás valores lo explicitan, lo complementan, lo desarrollan y lo refuerzan.
A la generosidad del CIT, que nos concede este premio, sin obligación alguna de hacerlo y sin esperar nada a cambio, queremos corresponder con nuestra gratitud no solo de palabra, sino recibiéndolo como un estímulo para seguir avanzando por la senda del respeto, la solidaridad y el altruismo porque eso es lo que significa para nosotros ser Amables del Turismo y la Convivencia. Esto es la esencia y el sentido por el que nos encontramos personas y entidades tan diversas hoy aquí, en esta fiesta de galardones tan relevante y digna.
La enhorabuena a todas las entidades premiadas
Muchas gracias.