Un país que es un “caos en perfecto orden” pero si se va con la mente abierta lo disfrutarán. En esta ocasión es mi 6ª visita y por supuesto no será la última.
Todos los países que están en torno al “Gran Mediterráneo”, incluyendo a toda Europa, son el centro neurálgico del sector turístico en el mundo. En esta gran área del planeta se desarrolla el 65% del negocio turístico internacional y los principales receptores (datos 2019, año anterior a la pandemia) son: Francia (89 millones), España (83 millones), Italia (62 millones), Turquía (51 millones), Alemania (39 millones) y Gran Bretaña (36 millones) los cuales se encuentran en el TOP10.
Pero los principales países competidores en el área y que están en crecimiento permanente son Grecia (30 millones), Polonia (21 millones) Países Bajos (20 millones), Croacia (17 millones), Hungría (17 millones), Egipto (13 millones) y Marruecos (12,9 millones).
Si agrupamos los países competidores de España en sol, playa y clima nos quedamos con Grecia, Egipto y Marruecos. Y si nos centramos en la temporada de invierno, los dos últimos: Egipto y Marruecos.
En el ranking mundial de turistas, Egipto ocupa la posición 32º en recepción de turistas y durante 2019, lo visitaron, 13.02 millones. Es el primer país turístico del continente Africano. Su gráfico en las dos últimas décadas ha sido irregular, con altos y bajos. Sin embargo, el país que más crece y es mucho más constante es Marruecos que ya ocupa la posición 33 en el mundo, con 12,9 millones de turistas anuales.
Marruecos es ya el segundo país del continente Africano y pronto, según las estimaciones, se situará en primera posición en el continente.
En la actualidad, según nuestros estudios, hay mucha incertidumbre en Egipto, ocasionada en gran medida por la carencia de políticas turísticas convenientemente planificadas. Su principal objetivo debe ser en priorizar y estructurar un futuro emergente que regenere su principal industria y potencie un destino sostenible.
Egipto es un destino maduro; le cuesta crecer en número de visitantes a la vez sus ingresos por turismo se incrementan muy lentamente; por ello se acrecientan las tensiones en la economía turística y sus márgenes entran en una fase de estancamiento. Los escenarios de fuerte competencia son generalizados en todos los sectores. Se instala definitivamente la globalización, de manera que muchas decisiones acerca del destino no se toman en su seno, sino en las sedes de las empresa o grupos internacionales, predominando claramente sus intereses sobre el negocio. Las estructuras de las empresas se muestran cada vez más rígidas. El predominio de los precios es a la baja; por el desajuste entre los precios de los paquetes y los de los consumos libres; por el envejecimiento de la planta alojativa; y por cierto descontrol de la imagen de marca.
Denotamos un cierto declive consecuencia de la no planificación. Obsoletas estructuras y mala gestión del destino, la cuota de mercado tiene cada vez menos valor, lo que da lugar a la aparición de numerosas ofertas. En esta fase muchos agentes dejan de invertir, algunos de forma precipitada, por lo que la oferta suele presentar carencias y disfunciones notorias; aumenta la dependencia de los monopolios y oligopolios, que empiezan a ser imperfectos por lo que los salarios dejan de ser atractivos, y desertan los mejores recursos humanos y operadores, que dejan en su lugar figuras confusas de gestión que no hacen sino disfrazar el abandono. La planta alojativa y sus barcos en el Nilo, erosionados por su uso intensivo, evidencia claros signos de envejecimiento y pierden su valor, por lo que es necesario proceder urgentemente a su rehabilitación o sustitución. Otro tanto le ocurre a la oferta turística general.
Egipto necesita urgentemente un Plan Nacional para poner el destino turístico en liza, si no es así, se irá quedando relegado a otros estadíos.