Puerto de la Cruz destino turístico
Es probable que este sea el artículo más complicado al que me he enfrentado, de hecho llevo varios meses retrasándolo por temor a herir susceptibilidades en mi amada ciudad natal. Pero por otra parte, siento que tengo el deber de hacer pública mi opinión sobre la situación turística del municipio.
Hablar de Puerto de la Cruz es hablar de mi familia, de mi querida abuela Virginia, de mis amados padres, de mi hermana, de mi feliz y dichosa infancia; de mi colegio “los Agustinos”, base de mi formación humana; es hablar de deporte, de baloncesto y waterpolo, que tanto han influido en mi carácter; es hablar de la mejor playa del mundo, San Telmo, donde tantos y tan buenos momentos pasé al vaivén de las olas del reboso; es hablar de la Plaza del Charco, centro emocional y vital de la ciudad; es hablar de la Avenida de Martiánez, especialmente de los “banquitos blancos”, donde hurté los primeros besos; es hablar de Playa Jardín, donde vi por primera vez a mi esposa; es el lugar donde nacieron mis hijos, donde vivo, tal vez donde muera y sin duda donde quiero que siembren mis cenizas.
Ahora bien, ¿a quién, aparte de a mis conocidos, interesa todo esto? Pues a nadie. La industria turística está libre de decisiones emocionales y debe regirse por las leyes del mercado, que sin duda están asociadas a la rentabilidad económica. No seré yo quien se muestre en contra de que así sea; es más, ¡vivo de ello!
Siendo objetivos, nadie puede cuestionar el papel que ha tenido Puerto de la Cruz en la historia del turismo en Canarias, España y Europa, pero a nadie se le escapa tampoco su dudoso futuro desde la perspectiva actual, que se presenta realmente compleja. Y lo digo con conocimiento de causa y profundo pesar (los inversores a los que represento, salvo en un caso, no valoran la opción de invertir en la ciudad). Puerto de la Cruz como destino turístico, salvo rarísimas excepciones, está a la cola del interés del mercado, de los clientes y, por lo tanto, también de los inversores: reconocerlo ha de ser el primer paso para la búsqueda de posibles soluciones. La ocupación es puro espejismo y un mal negocio; espejismo porque es producto del “efecto reboso” de otras zonas de Tenerife como destino y no por el adecuado posicionamiento del municipio en los distintos mercados emisores; y mal negocio porque los precios distan mucho de ser económicamente rentables, de ahí que se siga hablando de ocupación y no de rentabilidad.
Son muchos y variados los motivos que nos han llevado a la situación actual: la desidia general, la falta de espíritu crítico, la obsolescencia de la planta alojativa, la indefinición de las políticas turísticas, la falta de liderazgo empresarial y el mal posicionamiento del destino en los mercados emisores, entre otros.
Cuando quienes me conocen directa o indirectamente me preguntan si Puerto de la Cruz tiene solución o si tiene futuro, yo siempre respondo haciéndole al interesado la misma pregunta: “¿Quiere Puerto de la Cruz tener futuro?” Esa es mi única duda, pues en cuanto al destino no la tengo. A quien le interese mi opinión, ajena al ámbito emocional que ya he expresado al comienzo de este artículo y basada únicamente en mis conocimientos y mi experiencia profesional, le diré que Puerto de la Cruz como destino turístico sí tiene futuro, siempre que se corrijan determinadas actitudes y aptitudes.
- El primer problema pasa por el propio municipio: si seguimos pensando que somos el Parnaso, mal punto de partida. Somos un destino maduro que precisa de forma urgente ser regenerado. Es un error seguir pensando que el enemigo está fuera; si existe está dentro y todos somos culpables.
- El segundo es la apatía empresarial: no podemos seguir esperando que papá Estado nos resuelva los problemas de nuestras empresas (un claro indicador para los posibles inversores de que no creemos en el destino). Los problemas deben resolverlos los empresarios acudiendo a las fuentes de financiación privadas, que las hay.
- El tercero es la falta de posicionamiento adecuado del destino en los países emisores: si el “sol y playa” ha sido un éxito, yo nunca lo vi. Puerto de la Cruz no cuenta con él entre sus activos, que son muchos, pero sí con la “climatología”, término mucho más amplio y con matices muy distintos.
- Puerto de la Cruz no está suficientemente limpio: ni suficientemente arreglado, ni suficientemente pintado, lustroso, perfumado, acicalado o embellecido. Los responsables somos, una vez más, todos nosotros y se soluciona principalmente con actitud cívica, con educación de la ciudadanía.
- Falta liderazgo: una persona, profesional o político, que sea capaz de proyectar un modelo de ciudad a corto y a medio plazo, que aúne voluntades, un gestor con garantías que sea capaz de ver detrás de la espesa niebla que nos rodea.
- Falta proyecto: un gran proyecto a medio plazo que nos permita redefinir el modelo de negocio y la marca ciudad.
Créanme es posible, lo sé y lo he vivido partiendo de situaciones mucho más adversas y sin contar con la materia prima con la que se cuenta en este caso. Tenemos un clima sin par, un entorno que si lo cuidamos es inmejorable, una base destacada de eventos culturales atractivos, unos rincones hermosos y un instrumento valiosísimo para canalizar el cambio como es el Consorcio de Rehabilitación de Puerto de la Cruz.
Todo esto lo puedo argumentar, avalar y armar profesionalmente, pero no es el fin de este artículo, no es lo que persigo con estas líneas. Me gustaría terminar solicitando a quien corresponda que valore como primera medida devolver al Puerto su sonrisa, una sonrisa que ha cautivado durante décadas a millones de personas y que hoy languidece por las esquinas. Devuélvanos la ilusión hurtada, pues detrás de ella florecerá la más bella de las sonrisas.