ANTALYA, ENCRUCIJADA DE CULTURAS MEDITERRÁNEAS
A la semana siguiente de celebrarse el Congreso de la FIJET, a que se refiere este artículo, los países integrantes del “grupo de los 20” reunidos en Antalya (G 20) emitieron una declaración de 9 puntos que condensamos:
“Condenamos, en los términos más enérgicos posibles, los atentados terroristas del 13 de noviembre en París y del 10 de octubre en Ankara. Constituyen una afrenta a toda la humanidad… Condenamos todos los actos, métodos y prácticas terroristas … Los continuos y recientes atentados terroristas por todo el mundo han demostrado la necesidad de incrementar la cooperación y la solidaridad internacionales”.
Llegamos a Antalya dos o tres días después del atentado terrorista de Ankara donde fueron asesinados cerca de un centenar de turcos. Por mucho que la razón remitiera a que el cálculo de probabilidades hacía más improbable que se repitiera otra agresión similar, era difícil reprimir un temor inconsciente, subterráneo. El tema que nos congregaba en Antalya para celebrar el 57 congreso de la FIJET había sido elegido con mucha antelación, cuando los organizadores no podían sospechar que el horror de una acción terrorista se exhibiera tan próximo y con tanta saña. La macabra circunstancia había suscitado aún más el interés por el debate sobre turismo y terrorismo motivo de la cita de escritores y periodistas turísticos en esta bella ciudad de la costa mediterránea turca.
Pocos lugares más adecuados para comprender la importancia del turismo en nuestra época global. Antalya es una urbe moderna, de cerca de millón y medio de habitantes, situada en la zona que antiguamente abarcaba la Panfilia romana. Es un centro de intersección cultural, turístico y geográfico. Más allá del arco del emperador hispano Adriano, sobrino del también hispánico emperador Trajano, se puede ver la mezquita del minarete de Kesik, donde al precedente romano, se añaden trazos del periodo seléucida, restos bizantinos y la construcción otomana. El histórico pasado desemboca en un paisaje urbano cosmopolita de extensas playas y lujosas tiendas cuyos escaparates incitan al consumo. Evitamos citar ninguna por no prestar el comentario a ningún tipo de confusión.
Geográficamente esta zona nos recordaba la costa malagueña. Si al fondo pueden verse las cumbres de Sierra Nevada, el horizonte de Antalya está delimitado por la sierra del Taurus cuyas crestas, también nevadas, superan los tres mil metros de altura. El contraste de sierra y playa se advierte en algunos letreros propagandísticos de las autovías donde las apelaciones al disfrute del mar se combinan con reclamos para cultivar el deporte alpino. La costa dibuja un amplio arco, cuyo centro se eleva por un extenso acantilado donde las aguas de la montaña se derraman por el río Duden en una enorme catarata que vierte directamente sobre el golfo.
En un centenar de kilómetros de esta franja costera se reúne, al respaldo de la montaña, una oferta turística singular. Cerca de un centenar de campos de golf, entre pinares mediterráneos y ruinas romanas, separan espaciosos resorts y modernos centros comerciales. La inigualable combinación del atractivo consumista con la riqueza cultural es lo que da a la zona una fisonomía singular. Antes de que pasaran por aquí las legiones romanas afincaron las falanges macedónicas de Alejandro Magno. En el deslumbrante museo de la ciudad, donde se conservan las esculturas extraídas de las excavaciones de Perga, se encuentran bustos magníficos de Alejandro, Adriano, Caracalla, Trajano entremezclados con afrodisiacas Venus, sarcófagos perfectamente esculpidos, espléndidas figuras de Hércules o Hermes que rivalizan con las de los mejores museos del mundo. En un radio de cincuenta kilómetros se pueden visitar la acrópolis de Perga, el espléndido teatro romano de Aspendos y el templo de Apolo en la ciudad portuaria romana de Side, hoy transformada en sugerente sede turística.
En un hábitat como este es fácil comprender la importancia del turismo en una civilización global. Ninguna otra actividad puede intercambiar con tanta eficacia los productos de la civilización con los de la naturaleza. El turismo es incompatible con la intolerancia, la agresividad y el conflicto. Fruto de la capacidad emprendedora, lo que antaño era un lujo de privilegiados hoy se extiende para disfrute de masas. Hace asequible a muchos lo selecto. Un paisaje turístico es el mejor de los paisajes, un billete turista es el low cost de los billetes. Motivado por la fruición del desplazamiento, el viajero de la sociedad postindustrial pasó de ser nómada a ser turista.
Como ocurre con todo intercambio comercial, el turismo es beneficioso para quien lo ofrece y para quien lo recibe, sustituye el afán de exclusión de los poderosos por el acceso interclasista de trabajadores y jubilados, hace propio lo ajeno sin despojar a su dueño de lo que es suyo, alimenta las buenas relaciones entre culturas distintas, se nutre de la afabilidad, progresa con el buen trato, convierte la cortesía en una cualidad común. Al turista no le impele la necesidad de viajar, sino el aprecio por el viaje. Sus motivaciones suelen ser intangibles: combina el disfrute de la naturaleza con el ajetreo de la vida urbana, aumenta el conocimiento de pueblos y culturas a los que no se pertenece.
Durante la estancia en el congreso de escritores y periodistas turísticos en esta bella ciudad de la ribera mediterránea al sur de la península de Anatolia, supimos que la policía española había detenido a una joven almontense dispuesta a sumarse, a través de Estambul, a las filas del despiadado Estado Islámico. Durante el interrogatorio afirmó que su motivación era hacer turismo en Turquía. El camuflaje deja claro por qué el principal enemigo del terrorismo, dentro y fuera la cultura musulmana, es el turismo. Escuchamos a Tijani Haddad, presidente tunecino de la FIJET, asegurar que la actividad turística es el medio más eficaz para extender la tolerancia y la convivencia entre culturas dispares. Oímos lamentarse a escritores y periodistas turcos de que tuvieran que sufrir estos equívocos tan perniciosos para su desarrollo económico. Fuimos testigos de la indignación de periodistas libaneses y egipcios. Comprendimos por qué, desgraciadamente, si los terroristas tratan de ocultar sus macabras intenciones, usan la vestidura turística como disfraz.
PRIMER SUMARIO:
En un radio de cincuenta kilómetros se pueden visitar la acrópolis de Perga, el espléndido teatro romano de Aspendos y el templo de Apolo en la ciudad portuaria romana de Side
SEGUNDO SUMARIO:
La actividad turística es el medio más eficaz para extender la tolerancia y la convivencia entre culturas dispares