Carnaval Veneciano
Por Carnaval, Venecia se viste con sus mejores galas para sorprender a propios y extraño con su inigualable espectáculo de fiesta, color y alegría. Probablemente, uno de los mejores del mundo
Venecia es una ciudad que despierta una indescriptible pasión, que nadie puede experimentar si no la visita, la vive, y se deja atrapar por su hechizo. Y, como pasión es difícil comprender el porqué del fascinante magnetismo que ejerce sobre el visitante. ¿Es por la eterna amenaza de desaparición que se cierne sobre ella? ¿Es por la singularidad de su decoración que la hace única en el mundo? ¿Es por su decadente estética que embruja melancólicamente a quienes deambulan por sus angostas callejuelas y misteriosos canales?
Las interpretaciones pueden ser múltiples dependiendo de la personalidad de cada visitante. En este sentido, el dramaturgo Francisco Nieva decía que quien va a Venecia “le pasa algo”.
Mi particular sentimiento, cada vez que he viajado a Venecia, es una inmensa emoción por verla de nuevo, comprobar que aún existe, y permitirme siempre romper su intimidad y entrar en lo más recóndito de su corazón, sin hacerme sentir un intruso. Más aún, ser un privilegiado.
Silencio: ¡Empieza la magia del Carnaval!
Pese a sus múltiples encantos arquitectónicos, canales, y rincones secretos de esta monumental ciudad –El Gran Canal, la Plaza San Marcos, la Basílica, el Palacio Ducal, la Torre del Reloj, las Galerías, etc. sólo constituyen un típico flash turístico-, Venecia se transforma (¡o es ella misma más que nunca!) cuando se levanta el telón de sus míticos Carnavales.
Es éste uno de los espectáculos “visuales” más impresionantes del mundo. Su origen se remonta al siglo X, pero no llega a su máximo apogeo hasta el siglo XVIII. Por aquel entonces, ¡los Carnavales duraban seis meses!
El Carnaval Veneciano, como se puede apreciar por las extraordinarias imágenes que ilustran este artículo, es, por su riqueza ornamentística, único en su género.
Reivindica, además, como ningún otro evento paralelo en el planeta, el juego teatral por excelencia, el gran circo, la magia del exhibicionismo. No en balde sus plazas, callejuelas, puentes y canales se contagian de una atmósfera novelesca y enigmática que te atrapa y te embarga (¿te embriaga?) el espíritu. Toda la ciudad destila magia.
Durante una semana aparece por toda la ciudad una legión de figuras, silenciosas y enigmáticas, como surgidas del pasado, enfundadas en trajes de todas las épocas, que embellecen y otorgan un extraño esplendor a su ya de por sí decadente entorno.
Un vestuario en el que, por supuesto, no falta la máscara, elemento esencial para guardar el anonimato. Así, un inmenso repertorio de máscaras blancas bordeadas de bauta (un velo negro), rojas, negras, y otras multicolores, acompañadas de elegantes capas y disfraces, interpretan sentimientos y parodias ante sus encantados admiradores.
Entre los protagonistas que realizan estas pantomimas no faltan Arlechino, Puchinella, Pantalone y otros conocidos personajes de la comedia. Todos ellos transforman la ciudad en un grandioso escenario donde viajeros de todas las edades, o fotógrafos profesionales de todo el mundo inmortalizan con sus cámaras fotográficas el singular e inigualable espectáculo, que posteriormente, será portada de las más prestigiosas revistas.
Las compañías de las calzas, por su parte, se encargan de calentar el ambiente callejero. Al anochecer, la gran masa de público se va retirando y el entorno se vuelve más cortesano, más glamuroso, como cuando la aristocracia europea acudía al carnaval para satisfacer su sed de lujuria tres días antes de la cuaresma.
Ésta es la forma más popular y callejera con la que se puede disfrutar del Carnaval veneciano. Hay otra, privada, más suntuosa, más cara, que se celebra en teatros, palacios (Pisani Moreta y Ca´Zenobio), hoteles (Danielli), y cafés, que pretende rememorar antiguas épocas, pero a la que no hay que envidiar porque lo divertido sucede en los desfiles callejeros y en la eterna Plaza de San Marcos.
Francesca, una vera veneciana defiende así su identidad: “Los venecianos sentimos una especie de compromiso que consiste en no defraudar a este lugar único y maravilloso” Y es cierto, todo invita a la ensoñación en esta idílica ciudad.. ¡Luego no digas que no te avisamos!