Senderismo en el Parque Nacional del Teide
Siete Cañadas forma parte del "Camino de Chasna", antigua vía de comunicación entre el norte y el sur, uniendo el Valle de La Orotava y la Comarca de Chasna, nombre con el que antiguamente se conocía un territorio situado al sur de la isla. Por su importancia en las comunicaciones de la isla fue designado Camino Real por la Corona, a la que correspondía su cuidado.
La ruta comienza frente al Centro de Visitantes de El Portillo, en el que se muestra una visión general sobre la geología, flora, fauna y clima del Parque. Su final, en otro sector del Parque, lo encontramos a 16 km., en el Centro de Visitantes de Cañada Blanca, anexo al Parador de Turismo. La ruta está cerrada al tráfico de vehículos por motivos de conservación.
Recorre el sector este del Parque, siguiendo la base de la pared que perfila Las Cañadas. Esta pared está declarada zona de reserva, por lo que se recomienda no abandonar el sendero durante el recorrido.
Saliendo del Centro de Visitantes del Portillo, a los pocos minutos de marcha encontramos una bifurcación de la pista. Mirando hacia el norte, hacia nuestra espalda, casi la totalidad de los días del año podemos contemplar el "mar de nubes". Su origen está en los vientos alisios, que llegan cargados de humedad a la isla y al chocar con las montañas se condensan, creando una masa de nubes que quedan a menor altura que el Parque Nacional. Esto ocurre por la existencia de una inversión térmica, un cambio en las condiciones de temperatura y humedad del aire a una cierta altura, que se comporta como una barrera entre los 800 y 1.600 metros aproximadamente, impidiendo el ascenso de las nubes.
El recorrido continúa por la pista de la derecha. Es necesario pasar una nueva barrera. Transcurridos unos diez minutos, tras un kilómetro y medio, la pista atraviesa transversalmente una empinada ladera. Nos encontramos en la base de un volcán próximo a Arenas Negras. Aquí se pude observar cómo, poco a poco, la vegetación va colonizando la ladera de picón. Sobre este
volcán aparece fundamentalmente una especie vegetal, el tajinaste picante (Echium auberianum), endemismo del Parque, que se caracteriza por la espectacular coloración azul de sus vástagos florales.
SIETE CAÑADAS (ficha técnica)
Duración: 4 hrs. 30` (hasta el Parador de Turismo)
Longitud: 16 km., 337 m.
Desnivel: Altitud máx./ : 2.210 m. - Altitud mín./ : 2.050 m.
Diferencia : 160 m. / Dificultad: Baja
Recomendaciones: Llevar suficiente agua, sombrero, gafas de sol, crema protección, prenda de abrigo y no abandonar el sendero
En el caminar por Siete Cañadas, tras haber dejado atrás una amplia llanura, a la derecha del camino, se puede observar una magnífica panorámica de cuatro volcanes, todos ellos diferentes, de los muchos que componen el territorio del Parque Nacional del Teide.
A los dos km. y medio se comienza a percibir claramente una serie de estructuras que nos
acompañarán durante la ruta: Pared del circo, aparece justo al frente del camino. Todo el recorrido de la pista transcurre al pie de la pared del circo de Las Cañadas. Se trata de un corte espectacular en el terreno que muestra la historia geológica de esta zona en forma de estratos que los científicos intentan descifrar. Comienza la pared en la Cañada de Diego Hernández, claramente reconocible por la sucesión de estratos de diferentes color. Los estratos se corresponden con las amplias bandas blanca y oscuras. En la base se encuentran los estratos más antiguos, y a medida que alzamos la mirada vemos como cambia su color, textura y espesor. Hasta llegar a la cima donde se nos muestran las capas más modernas del antiguo edificio volcánico que se levantaba aquí, mucho antes de que surgiera el Teide.
Frentes de coladas, a la derecha se irá dejando lo que aparenta ser un muro de rocas amorfas y sin orden. Se trata de la parte frontal de ríos de lava, las coladas, que proceden de las muchas bocas de emisión que han existido en esta zona. Posteriormente se llega a una pared fuertemente desmantelada por la erosión en el comienzo de la cañada de Las Pilas, a unos cinco km. y medio de haber iniciado la ruta. Estamos ante un dique fonolítico conocido como La Papelera. Las oquedades que simulan un aspecto de ruina se conocen con el nombre de taffonis.
Después de la Papelera, debemos atravesar dos largas cañadas: la Cañada de las Pilas, con los estratos del mismo color que se han ido apilando para formar la pared, y la Cañada de la Angostura, en donde la pista discurre encajada entre la pared y las coladas. Al final de descenso llegaremos a una amplia llanura, habiendo recorrido la mitad de la ruta de Siete Cañadas. En Las Cañadas se concentran un gran número de asentamientos, con frecuencia reutilizados a lo largo de la historia. Podemos hallar poblados guanches en un óptimo estado de conservación. Al final de la Cañada de la Grieta y tras subir un respecho, podemos disfrutar de una ladera cubierta de espectaculares ejemplares de tajinaste rojo. Durante el período de floración la ladera que dejamos a la izquierda, se llena de espectaculares varas de color rojo.
Los grandes cambios de temperatura que se pueden registrar en un día, que pueden llegar a ser de veinte grados, generan procesos de rotura de la piedras, la termoclastia. Así mismo, al registrarse en el invierno temperaturas por debajo de los cero grados, se produce el efecto de rotura por la acción del hielo, al penetrar el agua por las fisura de la roca y congelarse. Este proceso se conoce con el nombre de gelifracción.
Tras unas tres horas de camino, divisamos a nuestra derecha un singular montículo de color amarillento que precede a una amplia cañada: Montón de Trigo. Las cañadas son pasillos naturales entre montañas o coladas de lava de varios metros de espesor, que facilitan atravesar una isla de elevada altitud y abrupta orografía. Formadas por depósitos de sedimentos arrollados por la erosión, escorrentía y el fuerte viento, principalmente, rellenan y suavizan
los angostos pasos de una geografía eminentemente montañosa. Al final de la Calada del Montón de Trigo se alza el Alto de Guajara, la majestuosa montaña de recortadas paredes que dominan todo este sector. Situados en la excelente atalaya que nos permite disfrutar de la amplia panorámica que se nos ofrece, divisamos una clara línea de pequeños escarpes recortados sobre el fondo blanco del Llano de Ucanca, la mayor calada que podemos encontrar en el Parque. Esta línea que percibimos son los Roques de García., un conjunto de aparatos volcánicos que divide el Parque en dos semicalderas, la oriental más elevada que la occidental, por lo que podemos observar en el horizonte la continuidad de la pared que estamos recorriendo. En los Roques la erosión ha modelado puntiagudas figuras, así el famoso Roque Cinchado, cuya silueta fácilmente reconoceremos en el antiguo billete de mil pesetas. La pista de tierra termina en una barrera situada junto a la caseta de piedra. . Desde aquí hay un sendero desde el que se divisa el edificio del Parador de Turismo. Se ha llegado al final del trayecto, tras recorrer unos dieciséis kms. trescientos treinta y siete metros.