El Delta del Danubio, un destino desconocido
Unos rayos de luz entran sin pedir permiso en mi habitación, despiertan mis pupilas… abro lentamente los ojos… y son las 5:18 de la mañana, me desperezo, camino hacia la terraza del Hotel Delta y observo el nacimiento de un nuevo día en Tulcea que es la gran puerta del Delta del Danubio. A la lontananza revolotean cientos de aves llenando el cielo de color; en el río no paran de circular decenas de barcos. ¡Huele a vida!
Sus gentes son alegres, generosas, acogedoras, y amante de sus tradiciones, de su cultura poniendo, el alma en ello.
Tulcea es un puerto fluvial de gran importancia desde que los dacios lo fundaran en el siglo VII a C. y posteriormente se asentaron los romanos, los bizantinos, los genoveses, los otomanos hasta que se constituyo en 1.878 Rumanía. El duro comunismo la avejentó y aún se vislumbran algunas cicatrices… pero hoy, ya está en una nueva fase para convertirlo en uno de los importantes destinos turísticos del país. Para hacernos una idea de los que vamos a sentir durante unos cuantos días es necesario visitar el Museo de Historia del Delta del Danubio.
El Delta es la Reserva de la Biosfera más grande de la Unión Europea. En 1.974 fue declarada "zona pantanosa de importancia internacional" y en 1.991 Patrimonio de la Humanidad. Cuenta con unos 2.733 km² de superficie estrictamente protegida. Allí todo es pura energía y movimiento, con una fauna muy rica, compuesta principalmente por dulceacuícolas, de las que hay más de 3.400 especies –entre los que se cuentan más de 100 especies de peces: esturiones, lucios, percas, pez gato, carpas, picas, soleras, pechugas, tencas… y unas 320 especies de aves; con la mayor colonia de pelícanos de todo el continente. Más de tres cuartas partes de este inmenso territorio está cubierto por cañaverales y salpicado de bosques y saladares.
La fauna y flora tienen un valor natural inmenso, siendo un destino de primer orden para los ornitólogos y a la vez paraíso para la pesca deportiva. En mi caso, soy un enamorado de la observación de los lugares más bellos del planeta por lo que disfruté inmensamente del Delta del Danubio.
Bajo al embarcadero del hotel con mí pequeña y vieja maleta, ya que en los próximos días la única carretera que voy a transitar es el poético Danubio entre marismas, grandes lagos y pantanos. Allí nos espera el capitán de la embarcación. Desde aquí el río se divide en tres brazos, con miles de canales laberínticos. Navegaremos por el Sulina hasta el Mar Negro y dormiremos en singulares hoteles anclados en pequeñas islas.
Comenzamos a deslizarnos y algunas cigüeñas y garzas nos acompañan en sus vuelos callados; las orillas abarrotadas de cañaverales salvajes se mueven al compás del vals de las olas, los nenúfares tapizan los canales y entre ellos sobresalen sus llamativas flores blancas y amarillas. Las aguas son oscuras a causa de la gran cantidad de sedimentos que arrastra la corriente y por ello la superficie de Rumanía crece 40 metros cada año. Hay un transito fluido de embarcaciones, pero muy. Para ello esta la policía del río, vigilante para que todo fluya acompasado.
Uno de los placeres es contemplar la puesta del sol en plena navegación y ver como juguetea el rey astro a esconderse entre la tupida vegetación; enrojeciendo el cielo, se va apagando para dar paso a una noche en la que las estrellas nos guiaran hasta una pequeña isla en Crisan, donde se encuentra uno de los más lujosos hoteles del Delta, El Lebada Luxury Resost and Spa. A pie del embarcadero nos recibe amablemente su alcalde Mr. Ilie Munteanu que nos invitará a una deliciosa cena de productos del río maridados con un excelente Cabernet Sauvignon ribereño… a su lado, me cuenta mil y una historia… del Danubio Azul…Al nacer el día emprendemos la marcha hacia el mar, dejándonos llevar por la corriente y nos tropezaremos con islas flotantes, atravesaremos caóticos canales donde la vegetación se los va comiendo y vemos como los árboles hunden sus raíces en el agua para beber la sabia de la vida. Los pelícanos no se intimidan a nuestro paso y posan elegantemente con la cabeza bien alta ante nuestras silenciosas cámaras. Nos acompañan decenas de aves que nos indican el camino.
Nos acercamos a Sulina, la ciudad más oriental de la Unión Europea, en la que se asentó uno de los puertos más prósperos desde 1.856 a 1.939 al socaire de la Comisión Europea y a la que solo se puede llegar en barco. Aquí finalizan 2.850 kms de río que se vuelca a la mar. Paseamos por una ciudad vetusta, en la que se siente que fue en tiempos pretéritos muy próspera y que tiene un halo de belleza singular. Hoy vamos a pasar unas horas en sus playas infinitas de esponjosas arenas que cada año hacen más grande a este país. Me atrevo a darme un baño e impregnarme de la sabiduría de esas aguas que han recorrido toda Europa y ya quieren descansar. La lancha nos está esperando para llevarnos mar adentro y ver el espectáculo del encuentro de las aguas con el mar. A lo lejos avistamos el viejo faro de Sulina que se construyó en 1.856 y que marca el kilómetro “cero” del Danubio. En el Delta yacen algunos barcos que marcan la peligrosidad de los arenales. El Delta es un ser vivo que cambia constantemente de morfología y hace que cada día sea distinto al anterior…
Tenemos que regresar y comenzamos a remontar el Danubio para volver. Nuestra lancha rápida con dos motores de 200 caballos vuela sobre el río; la noche pronto llegará y vamos a pasarla en el condado de Uzlina en un encantador hotel para familias, el Cormoran Resort, situado en un paraje de cuento de hadas, ideal para los amantes de la pesca deportiva. Nos está esperando su propietario, Mr. Gaina Cornel para darnos la bienvenida. La cena esta preparada con deliciosos manjares y amenizada por un grupo folclórico del pueblo. El sol se va a poner y salgo al embarcadero a contemplar el espectáculo de como muere felizmente otro día en el Delta del Danubio. En ese momento me empapa una tormenta que llega sin avisar y me tengo que refugiar en un viejo cobertizo, minutos después de un gran chaparrón vuelve la calma. Como buen enamorado de la observación de los lugares más bellos del planeta, ni la inesperada inclemencia metereológica empañó mi disfrute de esta noche mágica.
Mi agradecimiento por esta experiencia única a FIJET Rumania y a Mr. Catalin Tibuleac, Presidente de la Asociación Turística del Delta del Danubio que en todo momento su equipo y él nos acompaño en este extraordinario viaje por uno de los ríos más mágicos y musicales del planeta.