Protohistoria de Tenerife
La primera población que llega a Tenerife está formada por un grupo humano cuyo origen hay que buscarlo en el área mediterránea y norteafricana, íntimamente ligado con el mundo libio-púnico.
Durante el primer milenio antes de Cristo, dentro del afán por conocer el mundo existente tras las Columnas de Hércules se circunnavega África, realizándose los distintos periplos con el consiguiente descubrimiento del Archipiélago Canario. En torno al siglo VII a. C. se fundan factorías y emporios comerciales en las costas africanas, en busca de los productos marinos necesarios para la fabricación del "garum" y su posterior comercialización, constituyendo Canarias una prolongación para obtener esas mismas materias primas ya que sus mares poseen, durante todo el año, importante bancos de peces con las especies necesarias para la obtención de los mismos.
"En otro tiempo fue habitada la isla (Tenerife) de los naturales de los que llamamos guanches..." (Espinosa, 1967 [1594]). "se cree que antiguamente los africanos Azanegh poblaron esta isla" (L. Torriani, 1978).
La estrategia básica de subsistencia entre la comunidad guanche es la explotación de los recursos ganaderos, constituidos por rebaños de cabras y ovejas, junto con el cerdo en estado semisalvaje. La población se movía a lo largo del año con sus rebaños en busca de pastos, ocupando los diversos nichos ecológicos: costa, medianía y alta montaña. Igualmente, esta actividad pastoril debió estar fuertemente regulada determinando la composición del rebaño y la utilización de los pastos al objeto de no poner en peligro la supervivencia del grupo, siendo, en muchas ocasiones, motivos de peleas.
La cabra, denominada Axa, era de pequeño tamaño, pelo cerdoso (negro o pardo), cuernos derechos y paralelos, ubre pequeña; mientras que la oveja, Haña, se caracterizaba por no tener lana. De estos animales obtenían tanto alimentos (leche, carne, suero, etc.) como materias primas para fabricar sus vestidos y utensilios (huesos, pieles, tendones, etc.). Por otro lado, no debemos olvidar la presencia del perro, Cancha, imprescindible en toda actividad ganadera y cuyos restos han sido constatados en muchos yacimientos arqueológicos de la isla.
Hasta hace algunos años se pensó que la agricultura no se desarrolló en época aborigen ya que las fuentes escritas y los registros arqueológicos no dejaban claro la presencia de esta actividad, a pesar de que la práctica agrícola se vería favorecida, en algunas zonas de la isla, por la existencia de suelos fértiles y disponibilidad natural de agua. Los trabajos arqueológicos llevados a cabo en la Cueva de Don Gaspar, Icod de los Vinos, han permitido obtener el primer registro importante de semillas en todos los niveles de ocupación de la cueva y muestran la evolución de esta explotación agrícola. El estudio de las simientes revela el conocimiento, por parte de los guanches, de cebada, trigo, habas y, probablemente, arvejas. Actualmente, conocemos otros yacimientos de habitación que han proporcionado igualmente restos carpológicos, aunque no debemos olvidar que es muy difícil conservar en los sedimentos este tipo de material.
Además, hoy sabemos que la arboricultura fue, al menos en la primera época, una actividad al uso por determinarse higuera y vid.
De la forma de sembrar han quedado referencias en las Crónicas: "en esta misma tierra de su término, con unos cuernos de cabra o unas como palas de tea, cavaban o, por mejor decir, escarbaban la tierra y sembraban su cebada".
(Espinosa, 1967 [1594]). Así mismo, los textos señalan que existían una división del trabajo, siendo tarea del hombre acondicionar la tierra y reservándose para la mujer la siembra y la recolección: "Rasguñaban la tierra los hombres y las mujeres derramaban en la tierra lo que se había de sembrar". (Abreu Galindo, 1977 [1602]).
El grano, después de tostado y molido (gofio), era consumido solo o mezclado con leche, manteca, agua o miel.
La recolección terrestre constituye otra fuente de obtención de alimentos y materias primas. El sabinar, la laurisilva, el pinar, con sus variadas especies, proporcionan diversos frutos, hojas, semillas y rizomas entre los que podemos señalar bicácaros, madroños, mocán, moras, raíces de helechos, hongos, cebadilla. Las fuentes escritas y los registros localizados en los enclaves arqueológicos así lo atestiguan, haciendo referencia, las primeras, al consumo de algunas como mocán, bicácaros, madroños, hongos, etc.
Arqueológicamente sólo está comprobado el mocán, aunque el estudio de los carbones procedentes de las estructuras de combustión nos aporta nuevos datos sobre la presencia de estas especies.
La cantidad y distribución de restos de peces y conchas que aparecen en los lugares de habitación y en los concheros (zonas formadas por la acumulación de caparazones de moluscos marinos, principalmente lapas, burgados y púrpuras, y que se interpretan como el detritus generados por la alimentación de los aborígenes) demuestran que la recolección marina y la pesca fueron actividades complementarias de la ganadería, agricultura y recolección terrestre. Las especies que documentan la arqueología son, fundamentalmente, pejeverde, bocinegro, sama, sargo y morena, siendo la vieja con burgados y lapas, los restos más abundantes.
Igualmente, no podemos olvidar el aprovechamiento de la sal, de enorme importancia tanto para la conservación y sazonado de alimentos como para el curtido de pieles.
Entre las manufacturas realizadas por los guanches es el trabajo del barro el que ha llegado hasta nuestros días en mayor cantidad y mejor estado de conservación.
La cerámica aborigen se caracteriza por estar hecha a mano, con desconocimiento total del torno. Las arcillas eran mezcladas con otros elementos de naturaleza mineral, los desgrasantes, que favorecen la cohesión de la pasta. Los recipientes se realizaban mediante la superposición de cordones o por ahuecamiento y sus superficies se regularizaban por el procedimiento de alisado, raído y/o espatulado. Los apéndices, elementos morfológicos característicos de las cerámicas de Tenerife, presentan diversos tipos, que van desde los mangos cilíndricos y troncocónicos, vertederos, asas de oreja, mamelones, hasta las asas de cinta características de los recipientes anfóricos. La decoración, ubicada principalmente en el labio, mitad superior del borde y superficie interna, consiste en líneas incisas, acanaladas e impresiones.
En cuanto a la tipología cerámica son las formas semiesféricas y ovoides las más abundantes, encontrando también ánforas y recipientes de tamaño reducido, denominados microcerámicas, que presentan formas y tratamientos similares a los de mayores dimensiones. Otras de las manufacturas realizadas en este material son las cuentas de adorno, elaboradas con pastas de buena calidad y con tratamiento muy cuidado lo que supone el alisado de las superficies e, incluso, el engobe. Las formas más características son las cilíndricas, tubulares y tubulares segmentadas.
Así mismo, se ha utilizado esta materia prima para la realización de ídolos, figurillas de arcilla antropomorfas, zoomorfas o mixtas, presentes en otras islas pero prácticamente ausente en Tenerife, salvo el conservado en el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz, conocido como Guatimac.
Ante la ausencia de metal los guanches aprovecharon las materias primas basálticas y los vidrios volcánicos, principalmente la obsidiana, para elaborar un variado instrumental lítico. Esta industria la podemos clasificar en dos grandes bloques: talla y pulimento. Dentro de la primera destacan las tabonas y los basaltos de filos cortantes como instrumentos para usos terapéuticos, sacrificio y consumo de animales, trabajo de la madera, piel, hueso, así como, armas defensivas y ofensivas.
En cuanto al pulimento las manufacturas más comunes son los molinos de mano circulares, formados por dos muelas: la superior o móvil posee una perforación central, a veces con gollete, por donde se introduce el grano y su superficie exterior puede poseer uno o varios hoyuelos utilizados para favorecer el movimiento de la misma. La inferior suele ser maciza o tener una perforación central que permita la fijación mediante una pieza probablemente de madera.
En material lítico se realizaron, igualmente, colgantes utilizados como adorno.
Los guanches aprovechaban lo huesos de sus animales como materias primas para la elaboración de útiles con finalidad doméstica y funeraria. Entre ellos destacan los punzones y las agujas que aparecen tanto en lugares de habitación como en enclaves funerarios y que fueron utilizados para el trabajo de la piel, como instrumento decorativo de la cerámica o formando parte del ajuar funerario. Aparecen también espátulas o alisadores que se caracterizan por estar realizados sobre hueso fragmentado longitudinalmente presentando, a veces, perforación en uno de sus extremos y que han sido interpretados como útiles para el preparado de las pieles, elaboración de piezas cerámicas o instrumentos musicales. Otras manufacturas óseas son los tubos (en ocasiones con decoración) de superficies pulimentadas que se han asociado a portapunzones pero que, en la mayoría de los casos, debido a sus reducidas dimensiones su uso no sería factible por lo que parecen más cuentas de adornos.
Igualmente, de los cuernos de sus animales fabricaban anzuelos para la pesca y las Fuentes hablan de la utilización de éstos como instrumentos para el trabajo de la tierra.
Las pieles de cabras y ovejas eran empleadas para múltiples usos que van desde la confección de vestidos, calzados, bolsas, cubiertas de cabañas hasta la elaboración de las envolturas de sus muertos. Algunas de estas pieles conservan restos de pelos e, incluso, aparecen decoradas.
El aprovechamiento de los recursos marinos y terrestres les sirvió no sólo para la obtención de alimentos sino también para el aprovisionamiento de materias primas. En los yacimientos arqueológicos se han encontrado restos de fauna marina trabajados, así aparecen vértebras de peces y conchas de moluscos cuyas superficies han sido regularizadas por pulimento, presentando algunas un orificio por lo que se piensa fueron utilizadas como colgantes; y espinas de pescado endurecidas al fuego, pulidas y con uno de sus extremos afilados cuyo uso probable fue el de aguja o punzón.
A partir de los registros arqueológicos y de la documentación etnohistórica conocemos la utilización de los recursos vegetales como materias primas por parte de la comunidad guanche a pesar de la fragilidad que presenta este tipo de material.
Las distintas especies que proporciona el medio (barbusano, sabina, brezo, pino, laurel, acebuche, etc.) fueron utilizadas para la elaboración de manufacturas como recipientes, adornos, peines, punzones, encendedores, lanzas, añepas, banot, palo cavador, así como para realizar los tablones funerarios utilizados en el traslado y depósito de los cadáveres.
Igualmente, las excavaciones han revelado el aprovechamiento de las fibras vegetales constatándose la presencia de piezas de cordelería, mediante trenzados y torcidos, que se han elaborado a partir de la transformación de los tallos de junco, localizándose sobre todo en enclaves sepulcrales.
Los lugares de habitación más generalizados en Tenerife fueron los poblados de cuevas y cabañas en torno a las zonas bajas de los barrancos y acantilados costeros. Su localización está determinada por el medio natural, donde la geología, la distribución de los recursos naturales y el clima resultan condicionantes fundamentales; así, no todas las
cuevas han sido ocupadas sino aquéllas que por sus dimensiones, orientación y relación próxima a recursos de subsistencia, reúnen las necesarias condiciones de habitabilidad. Éstas eran aprovechadas sin apenas acondicionarlas, limitándose su actuación a cerrar parcialmente la entrada con un muro de piedra seca para protegerse de las inclemencias del tiempo y a un ligero allanamiento del suelo, pudiendo realizar separaciones interna con pieles. El hogar, lugar donde se hacía fuego, se solía situar próximo a la entrada.
En los lugares donde las cuevas no son frecuentes se construyen cabañas de piedra seca, cubiertas de pieles o vegetales obtenidos del entorno.
Suelen tener planta de tendencia circular para formar un recinto al que se accede por la única apertura dejada en sus muros. Éstos pueden ser exentos o estar adosados a un afloramiento rocoso que se integra en la estructura.
Otro tipo de hábitat son las cuevas artificiales que, si bien aparece muy documentadas en otras islas del Archipiélago, en Tenerife no lo son tanto, debido quizás a la fuerte reutilización a la que se han visto sometidas a lo largo del tiempo, aunque ha quedado constancia en los textos escritos cuando hablan de que"...su morada era comúnmente en
cuevas que naturaleza crió, o en otras hechas a mano en piedra tosca, con muy buena orden labradas..." (Espinosa, 1967 [1594]).
A finales del siglo XV, cuando se produce la fase final de la conquista castellana en la isla,Tenerife estaba dividida en nueve demarcaciones territoriales, denominadas menceyatos: Abona, Adeje, Anaga, Daute, Guimar, Icod, Taoro, Tacoronte y Tegueste, que constituían entidades políticas y territoriales autónomas, agrupando a todos los habitantes en grupos extensos de descendencia patrilineal con una marcada estratificación social (jefaturas). Al frente de cada uno de ellos se situaba el mencey que era el jefe del linaje principal y gobernaba sobre todo el territorio ayudado por los ancianos reunidos en consejo o tagoror (lugar de reunión o de asamblea en el que se dirimían los asuntos de la colectividad).
Junto a la creencia de un Dios Supremo distante, al que se dirigen ante las tragedias colectivas y que llamaban el grande, el sublime, el que todo lo sustenta, el mundo religioso guanche era esencialmente animista, estaba lleno de genios malignos que manifiestan su poder por medio de las fuerzas de la naturaleza (volcanes, lluvia, sequía, etc.). Para aplacarlos o conseguir sus favores utilizaban distintos rituales como ofrendas de leche y objetos de la vida cotidiana (cerámica, obsidiana, piel, etc.), así como la utilización de sacrificios incruentos; éstos se realizaban en lugares que suelen coincidir con pequeños promontorios donde graban canalillos y poceta, como el yacimiento de Guasiegre (Arico) o Las Fuentes (Arona), soliformes y peces en Masca (Buenavista); círculos de piedras y escondrijos en Las Cañadas.
Con respecto a estos últimos, se encuentran relacionados con zonas de malpaíses, en los que suelen aparecer, además de piezas cerámicas completas, fragmentos cerámicos, piezas de maderas o líticas y restos de pieles.
Otras de las formas características de representación de la divinidad, aunque su presencia es escasa en Tenerife, son los ídolos. Sólo tenemos constancia del depositado en el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz y que se trata de una figurilla antropomorfa realizada en barro de la que se desconocen la mayoría de los datos referentes a su descubrimiento y dos objetos líticos depositados en el Museo Arqueológico de Tenerife, procedentes de La Orotava y San Miguel de Abona.
En Tenerife, como en el resto de las islas, se conocen numerosas estaciones de grabados rupestres a pesar de que los primeros hallazgos se difunden a partir de los estudios realizados en la estación de Aripe (Guía de Isora) en 1980. En general, se trata de manifestaciones al aire libre, ejecutadas sobre soportes pétreos estables en afloramientos de basalto y toba, aunque también se han encontrado piezas que pertenecen al arte mobiliar donde los motivos e inscripciones se localizan sobre piezas muebles. Las técnicas más utilizadas para su ejecución son la incisión, el picado y la abrasión, apareciendo en algunos casos combinados. En ocasiones, se puede realizar una preparación previa de la zona donde se va a realizar el grabado mediante el desgaste de la superficie, como es el caso de algunos paneles de la estación de Ifara (Granadilla) o la preparación del cartucho en el que se sitúa la inscripción de la piedra Zanata (El Tanque).
En cuanto a los motivos, existe una gran variedad y riqueza, siendo los más representados los geométricos, figurativos y las inscripciones. Los primeros son los más frecuentes con formas de tendencia circular, oval, ajedrezados, reticulados, lineales, rombos, meandros, entre otros, asociándose y combinándose de múltiples formas y que aparecen ampliamente representados a lo largo de toda la geografía insular. Destacan los de La Hoya (San Miguel de Abona), Malpaso (Arona), Barranco del Rey (Arona).
Los primeros motivos figurativos descritos para Tenerife se localizaron en la estación de Aripe (Guía de Isora) y se trata de antropomorfos y zoomorfos que se han relacionado con representaciones de guerreros líbicos. Figuras similares se han descubierto en Los Baldíos (La Laguna) y en Ifara (Granadilla). Los zoomorfos aparecen igualmente representados en la estación de La Pedrera (La Laguna) donde se han identificado peces, tortugas y aves.
Los motivos barquiformes presentan una amplia muestra en la isla, localizándose en Santa Mª del Mar, Arona, El Rosario, aunque en muchos casos han sido atribuidos a una etapa histórica por el tipo de navío que aparece representado
Los podomorfos (considerados también como formas geométricas, rectangulares y ovales) se identifica como huellas de pies y aparecen menos representados, localizándose en el Roque de Bento, Santa Mª del Mar, Ifara y Los Baldíos. Se les ha dado una significación cultual al interpretarse como una manifestación de sacralización del lugar.
En cuanto a las inscripciones las representaciones corresponden, por un lado, al líbico-bereber, con una mayor distribución insular y localizadas en la estación de Los Cambados (San Miguel de Abona) o en la de la Verdellada (La Laguna).
Por otro lado, aparece un tipo de manifestación atribuible al mundo eno-púnico, registrado en otras islas del Archipiélago, y que se ha localizado en el yacimiento de la Cañada de los Ovejeros (El Tanque).
Como ya hemos mencionado, existe otro tipo de manifestaciones rupestres que las podemos englobar dentro del arte mobiliar donde los motivos, geométricos e inscripciones, se localizan sobre piezas muebles. Éste es el caso de los molinos de piedras que poseen grabados lineales en la Cara externa de su muela superior y que han sido interpretados como soliformes; o una pieza con grabado espiraliforme, procedente de La Orotava; así mismo, aparecen inscripciones bereberes, como la localizada en la Piedra Zanata y leída por R. Muñoz como Zanata o Zenete, etnónimo de una confederación bereber.
Los guanches enterraban a sus muertos en cuevas naturales (tubos volcánicos, abrigos, grietas) localizadas en acantilados, laderas de barrancos o zonas de malpaís, practicando un cerramiento de la misma con un muro de piedra seca. Generalmente, el espacio sepulcral recibía un acondicionamiento previo a la colocación de los cadáveres mediante la regularización del fondo natural de la cueva realizado con materiales que van desde una simple yacija vegetal a tablones de madera, lajas de piedra, tierra de naturaleza diferente a la del lugar, pieles, etc. Y que, en algunos casos, pueden aparecer combinados. Este tipo de acondicionamiento lo localizamos en yacimientos como La Enladrillada (Tegueste), Roque Blanco (La Orotava), Cafoño (Icod), Barranco de Jagua (El Rosario).
La práctica más usual es el rito de la inhumación aunque se han localizado en algunos yacimientos, como el de Pino Leris, huesos con signos de fuego lo que puede ser indicativo del ritual de cremación.
Los cadáveres solían ir acompañados de un pequeño ajuar funerario que se corresponde, en muchos casos, con manufacturas usadas en la vida cotidiana como cerámicas, instrumentos líticos, cuentas de barro, punzones, agujas, maderas, restos de fauna marina y terrestre, etc.
La cueva podía acoger a uno o varios cadáveres, lo que indica la existencia de lugares escogidos por la comunidad para depositar a sus muertos. En ocasiones se aprovecha el espacio sepulcral retirando los cuerpos a una zona de la cueva para introducir nuevos cadáveres dando lugar a los osarios, como queda reflejado en el yacimiento de Roque Blanco (La Orotava). Se ha observado también el carácter selectivo de las inhumaciones, presente en la Cueva de Los Guanches (Icod de los Vinos), donde tras la esqueletización del cadáver se ha seleccionado una parte del mismo para su depósito definitivo en un hoyo de la cueva.
Por último, existen noticias escritas sobre la existencia de construcciones artificiales con categoría de túmulos y cistas que aluden a hallazgos localizados para el sur de la isla; así como, enterramientos infantiles en tallas de barro, similares a los de Cendro (Gran Canaria). Hasta el momento ninguno ha sido constatado por la arqueología.
Yacimientos arqueológicos Complejo Arqueológico de Los Guanches (Icod de los Vinos) Se trata de un poblado de cuevas naturales y cabañas (hoy desaparecidas) situado en el acantilado costero de Icod y donde su estructura y restos arqueológicos reflejan el modo de vida utilizado por los aborígenes de la zona: abundancia de restos marinos y de huesos de cabra y oveja, con ausencia de productos agrícolas. La Cueva de Los Guanches ha proporcionado las cronologías más antiguas del Archipiélago, 820 ? 160 a.C. y 450 ? 80 a.C., así como un tipo novedoso de ritual sepulcral, constatado por primera vez para Canarias, consistente en el carácter selectivo de una parte del cadáver tras la esqueletización para su depósito definitivo, denominado Sepultura en Hoyo.
Guargacho (San Miguel de Abona)
Guargacho, yacimiento que ocupa una superficie de 150 m2 (hoy desaparecido) fue excavado por L. Diego Cuscoy en la década de los setenta y definido como "conjunto ceremonial, lugar donde los guanches realizaban prácticas ceremoniales propiciatorias", aunque algunos investigadores defendemos la teoría de que se trata de un claro exponente de hábitat disperso representado por cabañas de piedra seca típico de las zonas áridas de pastoreo junto a la costa. Sus restos arqueológicos nos hablan de una clara dependencia del ganado que se complementa con el aprovechamiento de los recursos del mar, localizándose abundante material perteneciente a la fauna marina y terrestre, restos cerámicos e instrumentos líticos. Su cronología se remonta al siglo VIII d.C.
La Enladrillada (Tegueste)
Cueva de enterramiento colectivo situada a 600 m y estudiada por L. Diego Cuscoy en la década de los sesenta. La necrópolis presenta un muro de protección en su boca y una planta de 24 m2 en la que se distinguen tres niveles de enterramientos superpuestos, cada uno de ellos con distintos espacios sepulcrales, sin orientación fija, y que se identifican con un piso artificial de lajas dispuestas horizontalmente y los cadáveres, con sus acondicionamientos, responden a la misma dinámica a lo largo de los tres niveles, constatándose un total de veinticinco cuerpos. El ajuar funerario se compone de fragmentos cerámicos, lascas de basalto y obsidiana, punzones óseos, madera y gran cantidad de cuentas de adorno de barro de diferente tipología. Las dataciones se corresponden con fechas que abarcan desde los siglos VIII al IX de la Era.
Cueva de Don Gaspar (Icod de los Vinos)
Cueva natural utilizada como lugar de habitación en época aborigen, situada a 480 m. Los trabajos arqueológicos han revelado una gran potencia estratigráfica con varios niveles de ocupación. El yacimiento se localiza en una zona que presenta importantes recursos acuíferos, con vegetación abundante en su entorno lo que posibilitó las actividades de recolección vegetal, buenas zonas para el desarrollo de la agricultura y el pastoreo, fácil acceso a la costa; todo ello, unido a las buenas condiciones de habitabilidad que presenta la cueva, determinó su ocupación como vivienda estable desde al menos el siglo III a.C. La gran importancia de este enclave radica en que en él se descubren, por primera vez en Tenerife, un registro carpológico que permite constatar la práctica de la agricultura en la isla, proporcionando semillas carbonizadas de cebada, trigo y habas, principalmente.
Cueva de los Cabezazos (Tegueste)
La cueva natural de los Cabezazos se abre bajo una formación de basaltos columnares en el tramo medio del barranco del Agua de Dios, a 325 m. Se trata de una cueva de habitación cuya entrada estuvo protegida por un doble muro de piedra seca. Las excavaciones arqueológicas revelan el intenso aprovechamiento llevado a cabo por la comunidad aborigen que se asentó en ese tramo de barranco ya que se ha localizado en su interior varias áreas de combustión, así como un gran registro de materiales arqueológicos, representados por una enorme variedad de fragmentos cerámicos, algunos decorados con incisiones, acanaladuras e impresiones (incluso de puntillado), diferentes apéndices y cuentas de collar, habiéndose podido reconstruirse algunas ánforas. Se evidenció, igualmente, un número importante de restos de fauna terrestre (cabra, oveja, cerdo y perro) y marina, principalmente lapas, burgados y restos de peces. La industria lítica y ósea está representada por fragmentos de molino y piezas trabajadas de basalto y obsidiana, así como, punzones de hueso. La existencia de abundantes recursos vegetales, agua, tierras de pastoreo y zonas aptas para el desarrollo de la agricultura en su entorno más próximo, permitió su ocupación de forma ininterrumpida desde el siglo VI d.C. hasta la conquista castellana.
Aripe (Guía de Isora)
Estación de grabados rupestres descubierta en 1980. En este yacimiento se localizan motivos antropomorfos, zoomorfos y signos geométricos. Las figuras humanas se han relacionado con guerreros líbicos por los atributos que presentan ya que se observan plumas, armas, escudos, faldellín y peto propias de las representaciones del arte rupestre sahariano. Igualmente, aparece figuras de caballos junto con motivos cruciformes y geométricos realizados con técnica incisa.
Turismo de Canarias (articulo publicado en la revista nº 19 Turismo de Canarias)
Candelaria del Rosario Adrián
Conservadora del Museo Arqueológico de Tenerife
Licenciada en Geografía e Historia